lunes, 9 de septiembre de 2013

Casuarinas: 40 años de esfuerzo y de vida

Augusto Rubio Acosta
 
Han pasado cuarenta años desde que los pioneros que -después del sismo de 1970- llegaron a poblar los extensos arenales de esta parte de la ciudad, decidieron enfrentarse al viento gélido de las noches, a la soledad apabullante de las tardes y al aislamiento completo que significaban las mañanas. Cuarenta años desde que un puñado de chimbotanos decidieron hacerle frente a la indiferencia de las gentes foráneas que -incrédulas- vaticinaban el fracaso de la aventura en que por ese tiempo consistía asentarse, forjar una casa y criar a los hijos mirando el arenal. Cuatro décadas de esfuerzo, de trabajo y de tesón contra el implacable destino.
Han pasado cuarenta años y muchos de los que pusieron sus pies por primera vez sobre este arenal ya no sobreviven para contarlo. Es momento entonces de reflexionar sobre el tiempo transcurrido, sobre el pasado y en especial sobre el futuro, sobre las cosas que se hicieron bien y sobre las que empezaron a formar parte de esa enorme lista de pendientes que año a año se acumula y se hace montaña demostrándonos -a los que vivimos en Casuarinas- que si no emprendemos el camino del cambio radical en cuanto a gestión ciudadana no vamos a ninguna parte como pueblo.
La historia de las sociedades tiene una relación intrínseca con el espíritu de sus gentes. Así, pueblos como Casuarinas, que en un principio no contaron con pistas, veredas y otros servicios adecuados que permitan a sus poseedores calificar dentro de los estándares de una vida digna, se levantaron e hicieron de la nada, empujados por la fuerza de sus habitantes y las ideas de sus dirigentes. No es fácil ser ciudadano en el Perú, mucho menos lo es llegar a poblar un desierto donde no existen las mínimas condiciones de habitabilidad; por eso es necesario resaltar el trabajo y esfuerzos denodados de los primeros pobladores de Casuarinas, colonos que sin saberlo estaban forjando la historia. 
Hoy nuestra urbanización es una de las más bellas y ordenadas del distrito y la provincia. Debemos estar orgullosos de ello, pero no olvidar las tareas pendientes que hacen falta realizar para consolidar el liderazgo que siempre debe estar presente en el imaginario social de los pueblos que miran distinto hacia el futuro. Que es tiempo de celebrar, es cierto, celebremos ruidosamente porque no todos los días se cumplen cuarenta años. Pero paralelamente, no dejemos de reflexionar y de dar pasos decisivos en la forja de nuevos proyectos e iniciativas que permitan mejorar lo ya obtenido en estas décadas, aspirar a más porque es legítimo desear una mejor calidad de vida para nosotros y nuestros hijos; negarse a aquello sería caer en la mediocridad en la que lamentablemente están sumidos la enorme mayoría de pueblos de Chimbote con sus dirigencias caducas, lamentables, politizadas y conformistas.
Casuarinas está de fiesta y todos nos regocijamos por ello. Aquí nos hicimos fuertes, aquí se forjaron nuestras familias, aquí nacieron nuestros hijos y seguramente aquí moriremos. Aquí aprendimos que nada en la vida es gratuito y que el futuro no nos estará negado si nos esforzamos diariamente para conseguir lo que deseamos. Casuarinas está de fiesta y qué orgullosos nos sentimos. Que truenen al viento los veintiún camaretazos, que los niños y niñas de esta parte de ciudad sepan cómo sus padres y abuelos empezaron a forjarse un destino. Que en esta efeméride, las viejas, sabias y vigentes palabras de Manuel Gonzáles Prada nos sacudan del letargo en que muchas veces caemos: ‘Los jóvenes a la acción, los viejos a la tumba’.

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