martes, 30 de abril de 2013

1 de mayo: nada que celebrar



Augusto Rubio Acosta

El 1 de mayo, más que representar un día festivo, representa para la mayoría de peruanos una serie de pesares derivados del desempleo, el subempleo, las precarias condiciones de trabajo en que sobrevive un gran porcentaje de la clase trabajadora, así como la informalidad (disfrazada siempre bajo la etiqueta de ‘trabajo independiente’).
En el Perú, el sector informal supera ampliamente al porcentaje de trabajadores formales. Los problemas derivados del salario mínimo, la persecución de las grandes compañías a los sindicatos (violencia antisindical) y la inestabilidad que ciertos regímenes laborales aplican en la masa trabajadora, generan incertidumbre y zozobra en casi todos los ámbitos, debido a la sensación de que nadie sabe hasta cuándo trabajará en la empresa de turno, a la prácticamente nula presencia del Estado para defender derechos, y a la necesidad de generarse más ingresos de cualquier forma e ingeniosas formas de autoempleo para poder subsistir.
Mientras las mejores condiciones de trabajo en el Perú favorezcan sobre todo a los grandes empresarios y altos funcionarios, el aumento de la pobreza está lejos de ser detenida. El consumo interno ha aumentado en el país en los últimos años, pero surge de pocas manos, precisamente de ese sector privilegiado que dispone de un salario por encima del promedio y puede gastar en lo que desee.
La situación de la mujer, de los jóvenes y niños que trabajan, es también alarmante y denigrante por decir lo menos. El género femenino continúa siendo marginado de las jefaturas y percibe sueldos inferiores que los varones, los jóvenes son los que más sufren a causa de un subempleo pobremente remunerado, y los menores de edad explotados de muchas formas por gente inescrupulosa y hasta por sus propios padres.
¿Con qué cara pueden los trabajadores peruanos ‘celebrar’ el 1 de mayo? La fecha se presta únicamente para la reflexión, para analizar cómo impedir el retroceso de los derechos laborales, cada vez más atropellados y en franco retroceso. Vallejo tuvo siempre razón: ‘Hay hermanos, muchísimo que hacer’.

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