miércoles, 1 de febrero de 2012

Ribeyro: Diario de un diario

Sobre Ribeyro, voz única en el universo de la cuentística latinoamericana, tratan las siguientes líneas, diario de un diario en la palabra de Juan Gabriel Vásquez que toma nota detallada de las impresiones del autor de "Dichos de Luder" para analizar su posición como escritor ante nosotros los lectores, su vida misma, la percepción que tuvo de la escritura y la vida. El que sigue es un texto imprescndible sobre Julio Ramón. Posteo aquí un fragmento, al final del post es posible acceder al texto completo. Muchas gracias por estar ahí después de tantos años, estimados lectores de esta modesta pero perseverante bitácora destinada a difundir cultura y a enhebrar los esfuerzos de quienes aman el papel en blanco (para escribir sobre él), de quienes aman la libertad...

Me doy cuenta de que he comenzado a hablar de Ribeyro cada vez que puedo. Le pregunto a la gente si lo ha leído; les pregunto a mis alumnos norteamericanos si saben quién fue. Uno de ellos, para hacerse una idea de este nuevo personaje desconocido, me pregunta si Ribeyro era un escritor «revolucionario», y me parece que ha encontrado la clave de algo. Es imposible entender el boom latinoamericano al margen de Fidel Castro, de Casa de las Américas en Cuba. Cortázar, Fuentes, Vargas Llosa colaboran regularmente con la revista de la Casa de las Américas; García Márquez se adhiere desde el principio y de manera (dolorosamente) incondicional a la Revolución. En toda América Latina surgen revistas como Siempre! o Primera Plana que sirven de caja de resonancia a los autores del boom, siempre a cambio de su apoyo al nuevo socialismo caribeño. En todo este panorama, ¿dónde exactamente se ubica Ribeyro? Ya el 11 de mayo de 1956 había escrito: «La ventaja de no tener opiniones es que uno jamás se repite». Y el 30 de julio: «Uno de los problemas que más me inquietan es la imposibilidad en que me encuentro de definir mi posición política». El 1 de enero de 1959 Fidel Castro entra triunfante en La Habana, y el mundo latinoamericano se sacude desde el Río Grande hasta la Patagonia. Pero en el diario de Ribeyro la primera anotación del año es del día 19, y habla de una obra de teatro que acaba de terminar; la segunda, del 26, habla de su úlcera. El nombre de Castro aparece por primera vez el 22 de agosto. Pero de 1960.

No se piense que Ribeyro era un ingenuo político o un habitante de una de esas torres de marfil de las que nos suelen hablar con cierta frecuencia a los escritores latinoamericanos. Ribeyro conservó siempre una conciencia profunda del mundo que lo rodeaba; sólo un empecinado observador social, sólo un crítico intransigente de la fauna peruana, hubiera podido escribir Los gallinazos sin plumas, ya no digamos las Tres historias sublevantes.
Los cuentos de Ribeyro coleccionan pequeños momentos de verdad íntima, pequeñas revelaciones o, si se quiere, epifanías. Pero no hay grandes verdades, no hay verdades políticas, porque el autor era incapaz de ellas. El 26 de julio: «Desaliento, mientras redacto el manifiesto sugerido por Vargas Llosa, “Estamos en país ocupado: resistir”, sobre el papel que deben jugar en el Perú los intelectuales. Me doy cuenta de la inutilidad de la palabra». Y concluye a manera de memorando privado: «Tentación de la política, grave escollo de los escritores que se acercan a la madurez. Evitarla»...


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