domingo, 21 de octubre de 2012

rocktubre


augusto rubio acosta

te escribo esta carta

enciendo este momento sagrado
porque tenemos derecho al delirio
porque en este mundo prostituto
urge la capacidad de vivir cada día
como si fuese el de nuestro nacimiento
urge continuar ejerciendo esa extraña voluntad
de belleza y de justicia
permitirnos soñar para poder vivir cada noche
como si fuese la última
                                          [ la del estribo ]
la de nuestra muerte


te escribo esta carta
porque tus ojos
                              [ como la utopía ]
habitan siempre mi horizonte
uno que tal vez nunca alcance
porque cuando escribo
                                           [ y me prolongo ]
cada vez más se aleja
te escribo esta carta
para que cuanto más la busques
menos la encuentres
para que se vaya alejando
a medida que me acerque
para que cuando pasen los años
yo solo sea el hombre salvaje
y del populorum que te ama
el que aprendió a lavar su taza
y a comer cachangas por corrientes
                                                                [ casi siempre ]
exhausto de tanto andar


te escribo
porque después de todo
la utopía sirve para eso
para caminar
                        [  porque hacer otra cosa no sé ]
excepto incendiar nostalgias y abismos
abrazarte en primavera
cantar
             [ extrañarte ]
vivir.

lunes, 8 de octubre de 2012

puerto eten

augusto rubio acosta

hubo un tiempo
en que mis palabras fueron vanos fragmentos
y balbuceos a la hora de registrar sonidos
un tiempo en que el contemplar el ir y venir de la historia
poblada siempre de grandes y oscuros cielos
fue una mayúscula catástrofe celeste

tan parecida al amor
a la vida a la muerte
a ese océano mudo donde se puede pescar sin límite
el insondable estornudo que a uno siempre lo acompaña


hubo un tiempo de luz pero también de sombra
y madrugadas en que era imposible distinguir
si estaba atado al escritorio o a la silla
caminando sin tropiezo entre la nada y la materia
atravesando el mar los accidentes geográficos
las matemáticas los números
todo aquello que se ocupa de la música


hubo un tiempo
en que nada me decían mis palabras
y entonces recurría a la cajita de fósforos donde duermo
para incendiar tanto silencio
a la almohada donde rasguñaba historias
que hablaban de los fondos mutuos
de los valores de cuota y rentabilidad de la vida


yo nunca supe de commodities
de tasas de interés
ni indicadores bursátiles
la misión que tuve siempre en la vida
fue defender nuestra luna
el cielo las nubes las estrellas prostitutas
la alegría que a pesar del cemento y la mierda
brota como reclamo
de lo más profundo de la tierra


yo nunca supe
de bonos soberanos y corporativos
lo mío fue despertar siempre a medianoche
con el pijama lleno de luces
y el cigarro inexistente encendido
los míos fueron siempre versos pálidos e inútiles
el rock & roll y un viejo tocadisco
la camisita que tengo puesta
y mi catre de madera
el color de la libertad
tu sonrisa


hubo un tiempo
en que la hecatombe
la distemper y la pena
se apoderaron una vida de mi patria de palabras
pero de pronto descubrí
que felizmente todavía me polinizo en el viento
y discuto a solas con mi propio diccionario
descubrí que aún creo en la alegría de mis muelas
que muchas veces no se dan por aludidas
que aún confío en mi guitarra
en las canciones que nunca termino


¿qué sería de mi si este mar no existiese y no se pareciera a la muerte?
¿qué sería si este puerto no me recordase que estoy vivo
y hay que aprender a temblar?

sábado, 6 de octubre de 2012

Adiós Cisneros, hasta siempre poeta


Augusto Rubio Acosta

A la hora del almuerzo, no hubo almuerzo. A la hora de la cena, no hubo cena. Antonio Cisneros ha muerto. Se fue ayer muy temprano y el ministro de Cultura dijo que su partida constituye “una gran pérdida”, una que estamos seguros no entiende, nunca entenderá a cabalidad, porque para entenderlo hace falta -más que palabras- modus vivendi, lectura atormentada y absorbente, experiencia de vida.

Se ha ido uno de los grandes poetas que aún teníamos y el Ministerio de Cultura –sorpresivamente- decidió hacerle un homenaje (cuando está bien muerto). Se ha marchado quien desde muy joven supo marcar las fronteras con sal y estacas, quien ayudó a techar la casa de la poesía (de la generación del sesenta), y que una vez concluida la pequeña obra hizo fiesta con los maestros albañiles, elaborando una cruz de palo para amarrar geranios, lluvias de oro, también panes con carne asada, yerbas, cebollas, libros y bosques de cervezas.

Se ha ido Cisneros y sobre el horizonte de tierra, sobre los astros de tierra, aprovechamos la hora en blanco de la tarde para hablar del poeta-plantígrado-hormiguero que acompañó nuestros más dicharacheros almuerzos y nuestra existencia lectora desde el principio. Quizá fue la edad, el tiempo en que despertamos a la vida, los años en que fue más sencillo mirar las cosas tras un cristal y echarse a caminar por las calles como si alguien nos persiguiera, como si algo nos perturbara, y no teníamos más remedio que restregarnos los ojos con fuerza frente al mar y acomodarnos la camisa maltrecha, para poder acercarnos a la palabra escrita con dignidad, con la frente en alto.

Es domingo en Chimbote. La fotografía de Cisneros aparece en las páginas de todos los medios impresos, en cada esquina soleada de mi ciudad está su imagen desmelenada y rebelde (cuando joven), su retrato acartonado (de sus años taciturnos), y en verdad es una honda pena la que hoy experimentamos. No es fácil aceptar que alguien que en forma de libro nos acompañó toda una vida, hoy ya no está para continuar haciéndolo (aunque la buena poesía nunca muere). Ayer nomás tocábamos a su puerta para una conversa (libresca e imaginaria siempre). Ayer nomás su risa, su ironía, su palabra, su abrazo sentido. ¿Qué podemos hacer, árbol sin hojas, fuera de dar la última mirada en dirección del paraíso perdido?, ¿qué podemos hacer ante el misterio de la vida?...  ¿Habrá dejado una lámpara encendida el poeta que ya llegamos todos para hacerle compañía? Responde sol oscuro de Chimbote, responde atardecer de El Trapecio-Florida-Libertad-todo Meiggs-Señor de los Milagros-Terminal Terrestre, ilumina un instante siquiera, aunque después te apagues para siempre...

martes, 25 de septiembre de 2012

#antes

#antes
cuando solía vencer a la noche
a la muerte
a la noche del mar
y a su corriente indómita
me ponía a pensar

que de un árbol derrribado
de flores aciagas e irremediable ceniza
se podía iluminar la luna
y alumbrar el corazón
de quienes siempre defendían nuestro cielo

#antes
la música mitigaba el dolor
el fresco silencio de las tardes
y mis ojos de niño suicida
palpitaban el firmamento puro
de quien conoce el fango y la ternura
de quien tropieza y se levanta
de quien enhebra sus carrizos
para elevar su cometa
y cantarle a la alegría
con el pabilo de la infancia

#antes
esta torre de palabras hubiese llegado al cielo
hoy la incinero junto a mis zapatos
y me quedo a esperar la lluvia
la muerte...

jueves, 9 de agosto de 2012

Pasión por la cultura




Augusto Rubio Acosta

De la reciente XVII Feria Internacional del Libro de Lima (y de su accidentada inauguración) nos trajimos una publicación descatalogada que hace años perseguíamos y que finalmente pudimos encontrar en el siempre valioso stand del Instituto Francés de Estudios Andinos, un libro de más de quinientas páginas que hemos empezado a leer con fruición estos días y que a todas luces recomendamos por tratarse de la tesis doctoral de Gérald Hirschhorn.
El volumen: “Sebastián Salazar Bondy: pasión por la cultura” (Fondo Editorial de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1995) examina principalmente el periodo 1954-1965 en el que Salazar Bondy se convierte en prolífico protagonista del ambiente cultural limeño. El libro es en verdad un retrato del ambiente cultural de ese periodo, una contribución importante en tanto constituye el inventario de la abundante producción periodística y literaria de Salazar Bondy (incluyendo trabajos inéditos), esfuerzo que hasta la fecha nadie más ha realizado y que sirve para quienes como bibliófilos y seguidores del ejemplo de nuestro eslabón cultural más grande podamos orientarnos mejor y comprender la evolución y proceso del gran gestor y personaje cultural que fue el autor de “Lima la horrible”.
Conocido más por su vasta obra teatral y sus ensayos (los de arte publicados tardíamente, los periodísticos aún pendientes), Salazar Bondy fue sobretodo el más fecundo promotor cultural del que tengamos noticia, estuvo dotado de un notable espíritu de comprensión humana, generosidad y sentido del humor, que hoy no existe y se extraña. Quienes puedan conseguir el libro (lamentablemente en Chimbote no se pueden hallar este tipo de publicaciones, hay que trasladarse hasta Lima) lo van a disfrutar; a los que no lo encuentren, avisen –con confianza- para visitar juntos las fotocopiadoras de la avenida Pardo y dar rienda suelta al respectivo pirateo.

Seguir escribiendo, seguir fracasando



Augusto Rubio Acosta

En el Perú, donde existen todas las condiciones para la muerte y desaparición definitiva de la literatura, es una hazaña publicar un libro; si se trata de una publicación cuyo contenido es valioso, el hecho se convierte en algo heroico. En los tiempos que corren, proliferan sellos editoriales “independientes” e iniciativas libreras vinculadas a un empresariado y emprendedurismo mayormente atento y dispuesto a todo aquello que venda y constituya un fructífero negocio, convirtiendo al libro en vil mercancía y marginando a quienes verdaderamente producen cultura y conocimiento elevados.
Así es y así ha sido siempre. Por ello es complicado –imposible casi- ser escritor en los días que nos tocan. Vivir a salto de mata o lo que es lo mismo: inmerso en la literatura, nos acerca a esa estrecha frontera entre el autoflagelamiento y la sobrevivencia. Sin embargo, todavía hay autores que preferimos que  nuestros libros hablen por sí mismos, que preferimos estar dedicados a lo literario, establecer una relación radical con las letras, y organizar nuestras vidas alrededor de la producción de ficción y no ficción, sin promoción, sin agente literario, sin editor, sin grupo literario de por medio, etcétera. El resultado (el libro) siempre será –en consecuencia- espontáneo y estaremos más centrados en escribir en el sentido más entero del término; eso es lo finalmente valioso, lo imprescindible.
Estos días, que alisto la nueva edición de uno de mis libros, me he puesto a reflexionar aún más en las enormes limitaciones que existen para publicar y en que quien sabe el esfuerzo que uno hace para compartir lo escrito esté encaminado al fracaso. Quienes toda la vida hemos sido hacedores y hemos tenido un objetivo: escribir, lo sabemos de una u otra manera. Ese es nuestro espacio más intenso y necesario, el libro es nuestra herramienta (nuestra arma) frente al mundo, pero el fracaso (ese territorio de la imposibilidad que es la literatura) nos lleva a seguir escribiendo y a seguir publicando (y fracasando) hasta el día que el camposanto del cerro San Pedro nos permita el ingreso y pasemos a la antihistoria. Es cruel decirlo, pero es así; y es hermoso y bueno que así sea.

domingo, 22 de julio de 2012

Chimbote en la literatura peruana


Javier Garvich


Lima, siempre Lima. La eterna cantaleta del centralismo de la capital y su visión paternalista sobre el resto de las regiones del Perú. En Lima nos lo tomamos a la ligera, pero –hablando en plata- el centralismo limeño ha sido una maldición para el Perú. Países tan cercanos como Bolivia y Ecuador tienen en sus ciudades igual o más protagonismo cultural que la capital. En México, Guadalajara o Monterrey  se destacan en producción cultural o científica por encima del Distrito Federal. En Alemania hay no menos de una treintena de ciudades de trayectoria estelar en diversas disciplinas o temáticas. Incluso en un país “en vías de subdesarrollo” como lo es  el ahora agónico Estado español, hay varias ciudades que en propuestas culturales  rompen la dicotomía Madrid- Barcelona como Gijón y su relación con la novela negra, Valencia como referencia del arte contemporáneo, Bilbao y sus propuestas de desarrollo sostenible en una ciudad degradada por el industrialismo de dos siglos. Incluso ciudades pequeñas como Mérida, Valladolid o Cáceres se hacen un sitio en el año como impulsores de festivales artísticos internacionales de bastante calidad sea en teatro, cine o música.

He hecho este rodeo para remachar  nuestro anacrónico y perverso centralismo. Centralismo que nos dice que acá en la capital se cocina la sustancia de la inteligencia nacional y que del resto del país apenas se consignarán aportes y complementos (generalmente turísticos y folklóricos).

Y no es así.
 
 
 

En muchos posts yo ya les he informado de la activa vida cultural que hay fuera de Lima. Su lado más visible es la saludable proliferación de Ferias del Libro en distintas regiones, destacando las que se realizan en Trujillo o Huancayo. Pero el otro lado, el más negado, es el de las propuestas y prácticas culturales renovadoras en las letras peruanas. Y Chimbote es una de ellas.

Chimbote -en el imaginario nacional alimentado por cuatro décadas de racismo mediático- aparece como un inmenso pueblo joven, apestoso a más no poder, lleno de cholos imberbes que llegaron buscando el dinero fácil de la pesquería. Un auténtico pandemónium urbano, canon de la informalidad y meca del ignorante con plata. Nadie se imagina en Lima a Chimbote como un faro cultural.

Y, sin embargo, lo es.

Arguedas, nuestro gran pionero, lo vio. Llegó a la bahía y observó lo que los ojos limeños nunca captaban: La diversidad, la magia de la interculturalidad, las potencialidades de los pueblos emergentes, vivos, creadores. Para Arguedas, el futuro del país no se delineaba en la capital, lo hacía en Chimbote, allí se fraguaba el gran experimento de un nuevo crisol de prácticas, de cotidianidades, de culturas.

No me voy a demorar en glosar el aporte de Chimbote a la cultura, apenas cito: desde la formidable producción del grupo Isla Blanca o la originalidad poética del vate Juan Ojeda hasta las iniciativas literarias y editoriales de JaimeGuzmán Aranda, Augusto Rubio y Ricardo Ayllón. De la vigorosa poesía de Enrique Tamay e Italo Morales a la memorabilia narrativa de Miguel RodríguezLiñán y Braulio Muñoz. Una ciudad donde todavía los recitales de poesía tienen un público masivo y fiel, donde la presentación de un libro se da desfilando por las calles con banda de música o haciendo performance en un burdel. Una ciudad con una variedad revistas de poesía, con programas de radio sobre literatura, una feria del libro consolidada, bastantes (demasiadas) universidades y que cuenta con propuestas innovadoras en políticas culturales sobre el accionar editorial y el uso de las nuevas tecnologías en promoción cultural. ¿No me crees? Ve a Chimbote.




Pero, por encima de todo, está el ascenso y la merecida premiación del escritor Fernando Cueto. Ex policía y (espero) ex abogado, Fernando Cueto se  tiró de bruces a la piscina de la literatura. Se ha convertido en el gran narrador de Chimbote, interpretando su memoria, recreándola y convirtiéndola en parte de nuestra historia: Lancha Varada (Rio Santa Editores, Chimbote 2005) un canto a las promesas truncadas de adolescentes que soñaban con cambiar sus vidas y las de su país. Llora Corazón (Rio Santa editores, Chimbote 2006) que es, sencillamente, la novela de Chimbote: donde nos regala la rica y contundente polifonía de los diversos sujetos que forman parte de una cultura popular que terminará expandiéndose por todo el país. Dio el salto al escribir Días de fuego (Rio Santa/San Marcos, Lima 2008) una novela sobre nuestra guerra interna contada (supongo/imagino) desde su experiencia de suboficial de la entonces Policía de Investigaciones del Perú, una novela –ojo, ojito- nada patriotera ni corporativa, más bien crítica y que nos propone otra visión (inevitable) de nuestra guerra civil. Cueto ha sido galardonado por el prestigioso Premio Copé 2011 de novela por Ese camino existe, una novela dedicada nuevamente al conflicto armado interno y, qué bacán, es la respuesta (otra más, porque hay varias) de esa  otra parte del país frente al discurso tradicional de una literatura mediática capitalina que ha agotado sus recursos frente a un tema que (con excepciones) siempre le ha parecido distante y ajeno.

 
* Lea el post completo vía Lápiz y martillo.

¿Hacia dónde se dirige el periodismo cultural?




 El periodismo cultural: una pasión inexplicable.

El desarrollo y la felicidad




Del extraordinario discurso pronunciado por el Presidente de Uruguay, José Mujica, durante la Conferencia ONU sobre Desarrollo Sostenible Río+20, en la que hizo un llamado a cambiar el modelo económico, reproducimos aquí algunos de sus más brillantes pasajes.

- ¿Qué le pasaría a este planeta si los hindúes tuvieran la misma proporción de autos por familia que tienen los alemanes? ¿Cuánto oxígeno nos quedaría para poder respirar?
- El planeta, ¿tiene los elementos materiales como para hacer posible que siete mil, ocho mil millones de personas puedan tener el mismo grado de consumo y de despilfarro que tienen las más opulentas sociedades occidentales? ¿Será posible?
- ¿Estamos gobernando esta globalización, o la globalización nos gobierna a nosotros?
- ¿Es  posible hablar de solidaridad y de que estamos todos juntos, en una economía que está basada en una competencia despiadada? ¿Hasta dónde llega nuestra fraternidad?
- La gran crisis no es ecológica, es política. El hombre no gobierna hoy, sino que las fuerzas que ha desatado lo gobiernan al hombre.
- No venimos al planeta para desarrollarnos… venimos a la vida intentando ser felices. Porque la vida es corta y se nos va. Y ningún bien vale como la vida. Esto es elemental.
- Si se paraliza el consumo, se detiene la economía, y si se detiene la economía es el fantasma del estancamiento. Pero ese hiperconsumo es, a su vez, el que está agrediendo al planeta
- No se trata de volver al hombre de las cavernas, es que no podemos  indefinidamente continuar gobernados por el mercado.
- Pobre no es el que tiene poco, sino que verdaderamente pobre es el que necesita infinitamente mucho, y desea y desea y desea más y más.
-  El desarrollo no puede ser en contra de la felicidad, tiene que ser a favor de la felicidad humana, a favor del amor, de las relaciones humanas, de cuidar a los hijos, de tener amigos, de tener lo elemental. Precisamente porque eso es el tesoro más importante que tenemos.

Fátima Buntix: un perfil




Fátima Buntinx ha perdido a su gato. Desapareció de pronto y ella lo busca por todos los rincones de su casa. Eso ha variado los planes: a esta hora de la mañana yo debería estar sentado con ella, haciéndole preguntas y anotando cosas. Habrá que esperar. «¡Momoooooo!», grita la niña mientras entra y sale de las habitaciones arrastrando sobre el piso sus sayonaras, unas sayonaras que llaman la atención por su color dorado. Fátima tiene diez años y el motivo de esta visita es su debut en el cine, un debut que la ha convertido en una minicelebridad en Lima, la engreída de los críticos y una de las principales atracciones de los festivales a los que ha asistido.

Es posible que el alboroto tenga que ver con el personaje que interpreta, un personaje fuera de lo común. En Las malas intenciones, Fátima Buntinx es Cayetana de los Heros, una niña enigmática e introvertida que tiene el sentido del humor de Merlina Adams —versión Christina Ricci— y la malicia de Ana Torrent en Cría cuervos —el filme de Carlos Saura donde la protagonista trata de envenenar a su tía con leche y unos polvitos—. Las malas intenciones está ambientada en Lima, en 1982, en pleno inicio de la guerra interna del Perú, con Sendero Luminoso manifestándose en forma de bombas, apagones y perros muertos colgados de postes de luz. En la película, la niña ha decidido morir el mismo día en que nazca su hermanito menor.También mata a un canario amarillo usando penicilina y dice cosas como: «Quieren un bebé nuevo ¿por qué? ¿Qué pasa con el viejo? ¿Ya no sirve porque tiene asma?». «¿Cómo sabes que estás embarazada? ¿Y si es un tumor?». «Mamá, tengo malas noticias: te vas a ir al infierno». Esta última línea, dicha por Fátima Buntinx frente a un espejo, dejó fascinada a Rosario García Montero, la directora y guionista: «Fue increíble, se veía muy fresca y se acordaba de todo, era como si de verdad acabara de pensarlo», me dijo hace unas semanas. Y sí, Fátima Buntinx ha sido muy convincente —ganó el Colibrí de Oro a la mejor actriz en el Festival de Marsella—, y por eso algunos se confunden al verla. Susana Torres, su madre, me lo advirtió por teléfono: «Los periodistas piensan que Fátima es Cayetana y esperan respuesta llenas de humor negro. Pero ella no es Cayetana, ¿okey?»

Más lectura y perfil completo vía Etiqueta Negra. 

Marea cultural: cinco años y un nuevo camino




En el quinto aniversario de nuestro blog (ayer se cumplió un lustro desde el sábado 21 de julio de 2007 en que echamos a rodar esta máquina 2.0) no podemos sino agradecer a ustedes, los fieles lectores que han asistido a los miles de post que por este espacio han desfilado con la única y sana intención de aportar al desarrollo cultural de Chimbote y el país. Agradecerles por su tiempo, interacción, tolerancia y paciencia, por compartir junto a nosotros la pasión por el aprendizaje colectivo, la pasión por las artes de la academia y de la cultura viva, por ver el mundo desde nuestra perspectiva: la que defiende los derechos humanos como el único camino para constituirnos en una sociedad diferente.

Compartir con ustedes -en esta fecha especial- un documental imprescindible, uno que habla de la vida y obra de Sabato, ejemplo de escritor, de intelectual y de –como alguna vez el autor de “El túnel” se expresó sobre el Quijote- “un simple mortal, tierno desamparado, andariego, hombre que alguna vez dijo que por la libertad, así como por la honra, se puede y se debe aventurar la vida”.



Desde Chimbote, nos abrazamos hoy con ustedes. Levantamos nuestra copa para brindar por estos años que son solo en principio de la nueva época de @mareacultural que hoy se inicia. Muchas gracias.

domingo, 10 de junio de 2012

"El viejo y el mar", en stop motion

Original corto, versión especial de una de las obras clásicas de la literatura universal: El viejo y el mar, de Ernest Hemingway. Igual, hay que leer (o releer) el libro.

lunes, 28 de mayo de 2012

Libros al peso: más económico, imposible


Trópico de Cáncer, de Henry Miller. De bolsillo. 275 gramos. 2’75 euros. El siglo de las luces, de Alejo Carpentier. Tapa dura. 500 gramos. Cinco euros. Raquel Olózaga pesa los libros en una báscula digital. Podría hacerlo en el viejo peso para bebés que se encuentra al fondo de la tienda, pero no es tan preciso.
La vida de Raquel ha transcurrido siempre entre los puestos de los mercados de barrio. Se siente cómoda y tranquila. Razones familiares: su abuelo era carnicero y regentaba una tienda donde se vendían vísceras y despojos de res. Hoy, Raquel está más cerca que nunca de esa infancia con su nuevo trabajo. Ella y cinco amigos han abierto una librería de segunda mano a la que han bautizado precisamente como el negocio que tenía su abuelo, La casquería, en el renovado mercado San Fernando de Lavapiés. La novedad es que esta es la única en la que todos los libros se pagan al peso. ¿El precio? 10 euros el kilo. Aquí no se paga el contenido sino el material. Esa es su filosofía.

(...) 

“El proyecto surgió del amor que sentimos por los libros de segunda mano. Husmeábamos en las tiendas cuando teníamos tiempo y pensamos que, aunque no era un buen momento para abrir una librería al uso, sí podía serlo abrir algo alternativo. Investigamos y nos dimos cuenta de que en España no existía este tipo de oferta. Fue entonces cuando decidimos embarcarnos en esta aventura”, explica. La apertura de su negocio coincide con el anuncio de las cifras de lectura en España ofrecidas por la Federación del Gremio de Editores y que sitúan a Madrid como la Comunidad que más lee en su tiempo libre (70’2%). Una suerte para ellos...

(Post completo vía El País)

Anatomía de la decepción*

Sentirse decepcionado se asemeja a un final, a la conclusión que tiene aquello por lo que se apostó y se perdió. Una conclusión es la consecuencia de un proceso de reflexión que exige tiempo y espacio en cantidades variables. En términos facilistas, podría decirse que la reflexión está atada al pasado y la conclusión al presente. Se da por obvio que cuando se concluye algo se está mejor preparado para afrontar el futuro. Lo cierto es que toda conclusión llega tarde.

Se asume entonces que la decepción es una conclusión, la respuesta a una pregunta realizada sobre algo o alguien. El desenlace lógico, uno de los tantos finales posibles que tiene un proceso. La decepción, no obstante, alberga una serie de características que la alejan de cualquier reflexión.

La base de la decepción es la esperanza. La esperanza se nutre de suposiciones y deseos, no de razón y objetividad. Sentirse decepcionado no es más que la consecuencia natural que siente aquel que intentó sentar la base de su futuro sobre un piso de cristal. Cualquier noción respaldada por la esperanza es inútil, porque la esperanza es lo último que se encargará de decepcionarte.

Saber esto no sirve de nada. El ser humano ha creado mitos y religiones con base en el poder de la esperanza, por lo que es entendible que el mundo adquiera forma a partir de algo destinado a decepcionar. La decepción, más que una consecuencia, es un castigo, algo que la gente merece por creer -a pesar de los datos objetivos- que puede haber futuro donde solo hay vacío.

miércoles, 23 de mayo de 2012

“Ñaimlap”, el nuevo libro de Julio Fernández



Desarrollar planteamientos alrededor de la leyenda de Ñaimlap, acerca de su etimología, origen o referentes iconográficos; acerca de la ubicación actual de los espacios mencionados en la leyenda como sitios de poder político, administrativo y religioso; esbozar las consecuencias de los fenómenos naturales como El Niño en el desarrollo o destino de la antigua civilización de Lambayeque, así como la distribución de sus antiguos pobladores a lo largo de toda la región; proponer una mirada distinta respecto al tema, una alejada del enfoque eurocéntrico que no nos permite comprender el proceso cultural acontecido en nuestra sociedad; además de afirmar que la leyenda de Ñaimlap no es un simple relato o mito de origen, sino un documento con profunda validez histórica, es el objetivo del libro del arqueólogo Julio César Fernández Alvarado, publicación que acaba de entrar en circulación y que he tenido el gusto de leer hace unos días.

Diplomado en Desarrollo Local, Patrimonio y Turismo, en la Universidad de Alicante (España), y por la Universidad Pedro Ruiz Gallo, de Lambayeque; el autor es además máster en Historia de América Latina, con mención en Mundos Indígenas, por la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla (España); Fernández es un profesor universitario e investigador que ha publicado anteriormente varios libros y artículos periodísticos relacionados con la historia y nuestra identidad.

“Ñaimlap” es un libro que demuestra el interés del autor por las manifestaciones orales desde el punto de vista arqueológico, histórico, etnohistórico, geográfico y lingüístico, palabras mayores si hablamos de investigación responsable y pasión por el trabajo cultural. Recomendable lectura.

 

lunes, 21 de mayo de 2012

La crónica, ese vicio inefable



A propósito de la crónica, ese género que en algún momento se convirtió en nuestra vida, compartimos esta breve entrevista con Julio Villanueva Chang, cargada de reflexiones al respecto.

jueves, 19 de abril de 2012

Fernando Cueto: “ser peruano es un compromiso muy serio, gravísimo”

El que sigue, es el discurso pronunciado hace unos días por el novelista Fernando Cueto Chavarría, reciente ganador del Premio Copé Internacional 2011 (en la categoría Novela), el mayor premio de las letras peruanas. El autor ha publicado antes los poemarios "Raro oficio" (1999), "Labra palabra" (2001), además de las novelas "Lancha varada" (2005), "Llora corazón" (2006) y "Días de fuego" (2008), libros que vieron la luz con el sello Río Santa, en el puerto de Chimbote. El suscrito tuvo el privilegio de recibir de manos del autor en calidad de primicia y de leer hace más de un año “Ese camino existe” -la excepcional novela ganadora del Copé- un libro que será publicado y lanzado en la Feria Internacional del Libro de Lima de este año. Con ustedes, este pequeño testimonio de una vida dedicada a la literatura, una pasión intrínseca, una forma de vivir y de entender el mundo… (Augusto Rubio Acosta)

Hace 48 años, por el tiempo en que yo nací, José María Arguedas visitaba a su hermano Arístides, viajaba a Chimbote a tomar apuntes para la novela que pensaba escribir. Grabadora en mano, Arguedas entrevistaba personas y recorría lugares de ese puerto, personas y lugares que años más tarde, de la mano de mi abuela materna, yo iría descubriendo, y que ella, con un idioma dulcísimo hecho de calor y ternura (mitad quechua, mitad castellano) insertaría en mi imaginación para siempre.

Veinte años antes de que yo naciera, en el mismo mes de marzo, nació en Chimbote el poeta Juan Ojeda. Nació en el barrio de Miramar, en el mismo lugar donde quedaba la casa de mi abuela y en donde yo vine al mundo. Estudió en la misma escuelita fiscal donde yo llegué a estudiar, y recorrió las mismas calles, los mismos mercados y parques que yo después recorrería incansablemente. Ojeda, sobre todo, pasó innumerables tardes sentado en el muelle de madera que quedaba frente al Hotel de Turistas, contemplando el mar, las islas, el firmamento. En el mismo muelle donde, de niño, yo solía esperar a que mi padre saliera de las reuniones del Sindicato de Choferes, y donde pasaba incontables tardes, interminables horas percibiendo el hechizo de aquel mar, de aquellas islas, de aquel cielo infinito.
A principios del año 1982, vine a vivir a Lima y me afinqué en el cuarto de un viejo edificio ubicado en la cuadra 19 de la avenida Arequipa. Entonces no lo sabía y todavía no me interesaban las coincidencias que enrumbaban mi vida, pero cuando me enteré que en aquella esquina de mi nuevo barrio, donde todas las mañanas tomaba el bus, había muerto Juan Ojeda arrollado por un vehículo, sufrí una conmoción. ¿De qué estoy hecho?, pensé, ¿soy hijo de las coincidencias o tengo una determinación, un designio más fuerte que el azar?

En los años 1984 y 1985, casi sin proponérmelo, fui a parar a Ayacucho, Puquio, Lucanas, Huamanga, Huanta, La Mar y San Francisco, también estuve en Apurímac, Abancay, Andahuaylas, y pude recorrer los mismos lugares que en su infancia y juventud recorriera José María Arguedas. Y sin que yo pudiera darme cuenta, caí en un remolino de historias vertiginosas, pude ver y oír infinidad de historias, sentir en carne propia terribles relatos de gentes desconocidas. Entonces me convencí de que dichas coincidencias no podían ser casualidad, que algún día debía escribir esas historias, que estaba obligado a ser escritor en el Perú, que estaba comprometido a pensar y a escribir en peruano.

Años más tarde, cuando empezaba a escribir mi primera novela, nuevamente llegaron a mí una serie de acontecimientos inesperados. Conocí a Jaime Guzmán -hombre alucinado y temerario como el Quijote- quien fue el primero en creer que yo podía ser un escritor y el que de hecho acabó publicando aquel primer libro. Conocí a Oswaldo Reynoso -filósofo de la calle, poeta de la noche y maestro de juventudes- de quien recibí como un legado imperecedero, a través de su voz cincelada, de su poesía sutil, el fuego vivo de una nación milenaria. Y un día, de pronto, me encontré rodeado, abrigado por mis mayores (Washington Delgado, Carlos Eduardo Zavaleta, Alejandro Romualdo), de todos ellos, como de un manantial, fui bebiendo el agua a veces prístina y mansa -a veces bronca y turbia- de la peruanidad.

Hace tres años, después de incubarla veinticinco años en mi mente, comencé a escribir la novela "Ese camino existe". Me propuse escribir un libro donde no estuviera solamente retratado mi puerto y sus personajes paralógicos, sino sobre todo donde estuviera reflejado el Perú y todas las caras que componen su nacionalidad variopinta. Queda decirles a los jóvenes de mi país, que en una nación -una comunidad proyectada hacia el futuro- no puede haber lugar para el desaliento. Que por más que delante de nuestros ojos desfilen las caravanas de la barbarie, de la destrucción y la muerte, detrás de ellas siempre estará abierto el vasto camino de la esperanza.
Ahora, después de tanto tiempo transcurrido, con el paso y el peso de los años, obviamente ya no pienso que soy hijo de la casualidad, más bien estoy convencido de que todo lo que me ha ocurrido corresponde exactamente a mi condición de ser peruano. Estoy seguro que tengo una herencia, un encargo que recae sobre mis hombres por el solo hecho de haber nacido en esta tierra. Pero no me considero un elegido, al contrario, estoy obligado a escribir como el más simple y común de los peruanos, alejado de toda banalidad. Y con eso tengo bastante. Porque ser peruano, señores, es un compromiso muy, serio, gravísimo, una condición humana alimentada por una cultura forjada cinco mil años antes de Cristo, un mandato que nos llega desde las primeras auroras de la civilización. Y con eso me basta para estar vivo, para vivir dignamente, para seguir escribiendo hasta el fin de mis días. Muchas gracias.

* Dos entrevistas en vídeo a Fernando Cueto aquí y aquí.

miércoles, 4 de abril de 2012

Un día como hoy hace veinte años: ¡nunca más!

Augusto Rubio Acosta

Un día como hoy –hace veinte años- nos quedamos sin libertad.
El más preciado de nuestros tesoros nos lo fue arrancado brutal e impunemente por quienes habrían de sumirnos en una vorágine impositiva, oscura, corrupta y sangrienta que emanaba desde Alberto Fujimori y su siniestro entorno, con el único fin de perpetuarse para siempre en el poder de un gobierno que pretendió ser maquillado de democrático desde el principio y solo sirvió para permitir el más grande latrocinio del cual se tiene historia en el Perú, así como las más graves violaciones de los derechos humanos.
Han pasado veinte años y no lo hemos olvidado. Todavía vemos los tanques en la plaza, la toma de varios medios de comunicación, la disolución violenta e inconstitucional del Congreso, la intervención del Poder Judicial, y la persecución de quienes se oponían al gravísimo atentado a la libertad de todos los peruanos. Lo más triste, sin embargo, fue constatar las muestras de adhesión y de saludo que tuvo la “mano dura” aplicada por un dictador que se dio el lujo de darse “baños de pueblo” eventualmente y de fundar “medios de comunicación” que se encargaron de prostituirlo todo. Triste también fue el rol que desempeñaron muchos estudiantes universitarios, algunos intelectuales y grandes sectores del país disconformes con la corrupción institucionalizada en el Congreso y el Poder Judicial, quienes estuvieron de acuerdo con la interrupción del orden democrático en aras de una “limpieza a fondo” en nuestras instituciones tutelares, limpieza que nunca se produjo -como es obvio- y permanece aún a la vista.
El 5 de abril de 1992 utilizó la emergencia nacional producto del corrupto y nefasto régimen aprista de Alan García, así como la violencia terrorista en Lima y todo el país, más la pobreza moral, cultural y cívica de la mayoría de peruanos, para justificar una dictadura que la población debió rechazar desde el principio. El SIN, el Grupo Colina, el abuso militar en todo su esplendor, los poderes del Estado de rodillas al régimen de turno y los medios de comunicación basura, fueron parte de nuestro entorno diario a partir de entonces. La captura de Abimael Guzmán y el desbaratamiento de los grupos subversivos, obra del GEIN y la Dincote, fueron éxitos que el fujimontesinismo utilizó para perpetuarse en el poder proclamando a los cuatro vientos una victoria que no les pertenecía, es necesario recalcarlo.
Un día como hoy, hace dos décadas, empezó un largo camino de luchas, esperanzas y sinsabores para recuperar la democracia. Los responsables del autogolpe están hoy en la cárcel junto a varios de sus secuaces. Fechas como esta nos permiten reflexionar sobre el rol que desempeñamos como ciudadanos. El pueblo peruano no fue capaz en su momento de salir a las calles e impedir la consumación y perpetuación de la tiranía. Fue recién en el año 2000 cuando los estudiantes despertaron junto al pueblo y todos juntos vencimos en las calles -tras largas y extenuantes jornadas- al terror y al miedo que la dictadura imponía.
Quienes son muy jóvenes para haberlo vivido cabalmente o quienes teniendo la suficiente edad permanecieron indiferentes o han pretendido olvidarlo, tienen hoy la gran oportunidad de informarse para analizar, reflexionar, debatir y compartir opiniones sobre la realidad del país que nos tocó vivir a quienes fuimos testigos de excepción de una época ominosa. Un día como hoy, hace veinte años, nunca más. Es nuestro deber proteger y salvaguardar lo que es justo y nos pertenece: la democracia (con todas sus imperfecciones), nuestro propio destino.

miércoles, 28 de marzo de 2012

Periodismo cultural: vicio, masoquismo y esperanza

Augusto Rubio Acosta

…Y Ezra Pound decía: La noticia está en el poema, en lo que sucede en el poema. Poetry is news that stays news…”. La frase nos golpeó siempre al interior de la cabeza, cada vez que alguien se atrevió a menoscabar la importancia de un trabajo como el nuestro, cada vez que hasta entre los mismos compañeros de trabajo se gastaron ridículas y absurdas bromas sobre “cierto tipo de periodismo” practicado por “artistas frustrados” o por periodistas a punto de dejar de serlo. Era entonces, cuando la voz del profe volvía a escena para empujarnos a seguir…
El lector –alumnos- no sólo lee lo que puede. El acto de la lectura transforma al lector y no darle a éste condiciones para la crítica histórica y cultural es una manera sutil de acallar voces disconformes sobre las decisiones que se toman y que afectan a las mayorías empobrecidas e ignorantes del país. A mi no me importa que los periódicos de ahora se hayan vuelto amarillos, mucho menos que los medios serviles, coloridos e idiotizantes -que sobreviven de rodillas a los gobiernos locales, regionales y nacionales de turno- traten de borrar la historia y la memoria. De manera que ahora mismo, en estas dos horas de clase, salen a la calle y me traen notas -ya mismo- para los futuros medios culturales que nacerán a fin de semestre aunque tengan que costeárselos ustedes mismos. Yo no sé. Vayan, expriman y traigan lo único imperecedero que tienen sus cerebros, la voz de los creadores de la patria…
Corrían los años noventa y los medios de comunicación estaban casi en su totalidad bajo control de la dictadura, orientados a difundir su causa e intereses o “dopados” al igual que sus lectores. El profe había dejado en claro “que le llegaba” la presencia del marketing en los medios, que esas cosas no tenían por qué inmiscuirse en el trabajo cultural y periodístico independiente, y que debíamos defender nuestros contenidos, nuestros créditos, que había que luchar por un espacio de reflexión en los medios.
“Yo sé que “lamentablemente", informar sobre el acontecer cultural requiere un reportero capaz de entender lo que sucede en un poema, en un cuento, una pintura abstracta, un ensayo o en una performance; es lo mismo que informar sobre un acto político, donde se requiere un periodista capaz de entender el juego político: qué está pasando, qué sentido tiene, a qué juegan los sucios candidatos a la alcaldía, por ejemplo, por qué hacen esto y no aquello. Los mejores medios tienen reporteros y analistas capaces de relatar y analizar todo tipo de acontecimientos, situándolos en su contexto político, legal e histórico. Pero los periodistas culturales “lamentablemente” -en la mayoría de casos- no informan como debe ser sobre una colectiva de pintura. Y es que hay que saber escuchar, ver, situar en el contexto, analizar las obras pictóricas. No se trata de informar sobre las medias del pintor. Esto –señores- es lo que tenemos que cambiar…”.

Ha pasado mucho tiempo desde entonces, toda una vida. Estamos en 2012 y la realidad del periodismo cultural peruano no ha cambiado en lo más mínimo. En todos estos años apareció la Internet (a la capital llegó en 1993), nacieron notables suplementos de cultura en los medios convencionales y en los electrónicos, programas de televisión, cada uno con buenos contenidos que fueron haciendo camino al andar, pero un tanto –o bastante- alejados de la dinámica de inclusión social que tanto necesitamos los peruanos.

Desde ese punto de vista, consideramos que no basta estar en un medio masivo y producir un programa cultural, pues hay que saber dirigirlo a la masa y evitar el academicismo o lo que se le parezca, teniendo cuidado de no asumir como débiles mentales a los consumidores. Igualmente hay que hacer del suplemento, programa o espacio cultural, un auténtico “lugar de encuentro”, de reflexión y de diálogo generacional para los artistas y creadores. Un lugar común capaz de mostrar el pensamiento y la producción intelectual de otras realidades.

El mejor periodismo cultural es aquel que refleja las problemáticas globales de una época, satisface demandas sociales concretas e interpreta dinámicamente la creatividad potencial del hombre y la sociedad (en campos tan variados como las artes, las ideas, las letras, las creencias, etcétera), usando para ello a un bagaje de información, un tono, un estilo y un enfoque adecuado a la materia tratada y a las características del público a quienes está dirigido el medio.

Para editar, conducir, producir un medio cultural, se requiere primeramente respetar al lector y a uno mismo. Se trata de incrementar su nivel de vida en base a la información que le facilitemos, en base al supuesto buen gusto y a los juicios que le alcancemos; en suma: no publicar basura. Se requiere –entonces- periodistas que vivan una verdadera “vida cultural”, que sepan leer y escribir en ese nivel, con ese ánimo, que tengan visión, competencia, sentido común y cultura –si bien no una que sea vasta- por lo menos de aceptable nivel. Aunque parezca increíble –dado el paupérrimo nivel educativo vigente en el país- existen lectores que se ríen o se enojan por lo que se publica en las páginas culturales; son gente ajena a la crítica periodística, pero suficientemente buenos lectores como para señalar omisiones, erratas, etcétera, y eso hay que tenerlo en cuenta.
Otro asunto que nadie toma en serio –y hablamos de lectores con afanes de publicar sus escritos- es que el periodista se gana enemigos al rechazar o dejar de lado textos que carecen de la más mínima calidad. Uno se convierte en el malo de la película, a pesar que muchas veces nos tomamos el trabajo de corregir (rehacer) lo mal escrito. Así, se nos tilda de “argolleros”, facilistas, tijereteros, poseros y hasta hemos escuchado por ahí los clásicos: “¿y con qué criterio escoges lo que debe salir publicado?, ¿quién te ha dicho que tienes criterio…?”. Y es que todos, tirios y troyanos, buenos y mediocres, “cultos o antropológicamente incultos” quieren (se mueren por) publicar, por ver su nombre publicado.

Con las cosas así, el periodista cultural se constituye –entonces y por añadidura- un ser extraño, subterráneo y masoquista, a quien no le importa la marginalidad en que vive, el desprecio de los demás por su trabajo, la ausencia apabullante de lectores, y otras taras más propias de su trabajo insular. El periodista cultural de la ciudad se mueve entre la más absoluta indiferencia social –incluso al interior de su propio medio de comunicación- y disfruta enfermizamente de las entrevistas que hace, de la crítica que ejerce, de los poemas o relatos que publica y de los “descubrimientos” que cada cierto tiempo hace en una urbe cruel para el trabajador cultural, que no lo ve como el “antropólogo del día a día” que es, sino como el chismoso, aburrido y sobornablemente detestable ser que la mayoría de personas cree que es.

El periodista cultural vive cansado de que se le considere “relleno” entre las “verdaderas noticias, pepas o primicias” del día: la venta de drogas, el apuñalado, la guerra en Medio Oriente, el último escándalo del alcalde provincial, el alza de los pasajes interurbanos, el triste rol del gobierno regional, y el pésimo desempeño futbolístico del equipo que nos representa. Así, la cultura que dio origen en tiempos inmemoriales al periodismo, “vuelve a casa” por la puerta falsa, como noticia secundaria (gastronomía, viajes, horóscopo, sociales, espectáculos) y todo aquello que es en realidad la negación de lo culto y la apología de lo inesencial, superfluo y vano que todos, absolutamente todos los periodistas culturales responsables –masoquistas y viciosos- combatimos. Eso, estimado lectores (ya no los canso, ya termino), debe, tiene, es necesario, que cambie. Que cambie.

martes, 20 de marzo de 2012

Twitter, literatura, otras hierbas...

Augusto Rubio Acosta

Los días que han pasado escribí y publiqué algunas líneas en el novísimo diario que he aperturado en Tumblr, textos breves donde intento reflexionar sobre la vida cotidiana que al suscrito le toca y sorprende a diario, en la avenida, con esa ráfaga de amarillo sol que nubla, que ensimisma, que lo devuelve a uno al fervor que por años percibí en la plaza frente al mar de mi infancia, a esa ondulante delicia obscura que me ha dotado sobremanera de paz, de lluvia, también de desesperación… Los días que han pasado permanecí casi en silencio y escuché -sin oír- el sonido de la historia. Renuente a escribir más sobre César Vallejo y su cumpleaños ciento veinte (aunque parezca increíble, todo el mundo dijo acordarse del poeta de todos a partir que apareció el doodle a manera de homenaje), sobre la peculiar escena cultural de mi ciudad (dueña de gran potencial, el mismo que se disuelve en la desidia de sus propios impulsores, así como en los pleitos improductivos que constituyen el eje sobre el cual gira), decidí regresar al asfalto y a las palabras sencillas que muchas veces iluminan la vida, volver aquí a ests espacio que intenta volcar cada cierto tiempo reflexiones que sacuden el mundo en el cual sobrevivo (perdonen la tristeza).
La semana que pasó me pregunté, por ejemplo: ¿por qué se sataniza al tweet y se le margina de la literatura, si como herramienta de contacto con Internet propone una red de espacio de comunicación?, ¿por qué la educación peruana no le enseña a los jóvenes a estar a solas consigo mismos?, ¿por qué subsiste la idea romántica del escritor, la que lo condena a vivir atado a la precariedad propia y al desinterés ajeno?, ¿por qué se me pegado cierta canción que habla de copas que giran, luces de la aurora y sandalias planas?
Cambio radical de las relaciones entre los seres humanos, con más de 200 millones de usuarios (escasamente doscientos cincuenta mil peruanos, entre ellos) y alrededor de 65 millones de mensajes diarios, Twitter apuesta también como forma de creación literaria (ya son varios los autores que han dado el salto al libro impreso), como serie de microficciones, como revista dedicada a todas las formas de literatura breve (entre ellas a Twitter como género). El suscrito vive y siente en 140 caracteres, dobla ahí la página del día, escribe lo que le dicta el jardín de sus arterias.
Pero como todo exceso es dañino, en el mundo -obsesivamente interconectado- en que vivimos, es más fácil comunicarse con alguien del Polo Sur que hablar con cualquier vecino, llegando al extremo de que incluso lo más difícil es comunicarse con uno mismo. La soledad: aprendizaje, exigencia, valentía de los espíritus que apuntan a la excelencia, está rodeada de esa aura de pánico para la mayoría de los mortales que no aprecian (que no aman) el silencio, lo esencial, que detestan el ruido urbano, cotidiano, brutal, humano, peruano, chimbotano (perdonen otra vez la tristeza). En los días que corren, todo es fast food, malls, relaciones rápidas y conversaciones fugaces; la idea de estar con uno mismo es casi una idea revolucionaria que hace falta practicar. ¿Tú qué dices?
Copio y pego aquí –literalmente- un puñado de frases arrancadas a mi memoria: “No, Augusto, ¿qué es eso de que quieres ser escritor? Te vas a morir de hambre, ¿no te das cuenta? Adónde vas a llegar con esa porquería. Yo no voy a financiar aficiones improductivas, hijito; no señor, además: ¿qué shit sabes tú de creación artística? Pérate nomás, ahora mismo arrojo a la basura esa montaña de libros viejos que te ha lavado la cabeza…
Mi padre se equivocó largamente (triste su vida), se dejó llevar siempre por la idea del inveterado desvalimiento en que los escritores se mueven a su paso por la existencia, extrapoló la imagen clásica de un autor de ficciones a cualquier campo de la creación artística, sentenciando al suscrito a porfiar en la vida, a construir una existencia hecha de papel, de tinta...
Hablaba de la música, líneas arriba, una de las pocas artes que tiene la fuerte tendencia a quedarse en nuestra mente. Y es que las tonadas (intrusas o cordialmente invitadas) se introducen en nuestro pensamiento y suenan una y otra vez, en vértigo interminable, a manera de memoria involuntaria, estímulo multisensorial, frecuencia codificada y emocional que se aloja mejor (a veces para siempre) en la memoria, guardando información importante a través de las canciones. ¿Cómo zafarse?, quizá con una nueva canción que se nos llegue a pegar. Después de todo, cada uno da lo que recibe y luego recibe lo que da. Todo se transforma.

viernes, 16 de marzo de 2012

Vallejo: hombre libre, reivindicación y esperanza

Augusto Rubio Acosta

Lo conocimos cuando niños, en la biblioteca de Chimbote que lleva su nombre. Nadie nos presentó. Lo conocimos así, de golpe, y por alguna extraña -ahora incomprensible- razón, después de las primeras lecturas su nombre nos quedaría asociado a la miseria, a la literatura, a la enfermedad. Lo imaginábamos siempre (tras el consumo de los libros iniciales de un autor, éste se convierte en una especie de amigo lejano sumamente entrañable) viviendo a salto de mata en París, aquí y allá en buhardillas y pensiones míseras, despertando ante la luz del alba en algún refugio citadino o almorzando con los escasos fondos que le llegaban del Perú en virtud a sus colaboraciones periódicas. Lo imaginábamos siempre sobreviviendo, gracias a la buena voluntad de sus amigos y a través de pequeños préstamos con los cuales le era posible “comer piedrecitas” con tal de ampliar su vasto y humano mundo.
César Vallejo se acercó más a profundidad a nosotros, cuando la secundaria nos exigió pisar el acelerador académico porque en poco tiempo egresaríamos de ella para labrarnos un futuro. Con las lecturas, nos enteramos de cómo abandonó el Perú para siempre partiendo rumbo a Europa desde la dársena del Callao, cómo dejó atrás la incomprensión de los peruanos de su tiempo, la estimagtización de la cual fue objeto debido a su profundo compromiso humano y social, así como la cárcel y sus primeros libros, entre ellos “Trilce”, vanguardia de la poesía universal editada en los talleres de la Penitenciaría.
Hasta entonces, Vallejo había constituido para nosotros un misterio, una sombra deambulando por los ghettos, un personaje literario que nunca acabó de idealizar -en la ciudad donde vivía- países que iba entendiendo cada vez menos, un hombre que salía de una enfermedad para ingresar a otra, un ser triste, nervioso y fatigado en medio del frío del asfalto, bajo la lluvia incesante de Europa y de los andes, alargando una taza de café para prolongar el tiempo de lectura y la medianoche.
Fue al final del oncenio escolar, cuando Los heraldos negros (1918) y Trilce (1922) sacudirían nuestro mundo. Leídos en principio con curiosidad y ternura, encontramos en ellos –tras una nueva lectura, esta vez más analítica- una alianza íntima de audacia verbal, de sollozos y reclamos de un alma herida que visibilizaba un Perú desdibujado, oprimido e injusto. Nuestra vida nunca más fue la misma luego de leer a Vallejo, poeta que –en nuestra modesta mirada- nunca dejó de ser el niño y el muchacho que creció en Santiago de Chuco, pueblo andino a más de tres mil metros de altura.
Leer a Vallejo representó desde entonces encontrarse detenido frente al campanario de los pueblos olvidados, escuchando las historias del sacerdote ciego y los murmullos del aire que bajan de las montañas. Leer a Vallejo fue percibir el olor del maíz que ingresa a las casas del campo al amanecer, el olor del pan serrano, ver amarillarse los árboles a espera de la caída de sus hojas, escuchar el canto de los pájaros, el vocingleo de los vecinos quechuahablantes, sentir también la espada de Damocles que pende sobre el cuello de quienes han sufrido persecución, cárcel, un proceso judicial equívoco y doloroso.
El poeta vio siempre su prisión en Trujillo como el momento más grave de su vida. La celda era otra cárcel en la cárcel donde todo sumaba el mismo número. “No hay sitio como una celda para criar los nervios y aherrojar el corazón”, llegó a escribir. Su lecho era desvencijado; el guardián: un pobre viejo sin escrúpulos que chantajeaba a los presos para hacer sentir su autoridad irrisoria. En esos días opacos de miseria, frío y desesperanza, las imágenes de infancia, de la madre y de su familia persiguieron a Vallejo dejándole caer todo el peso del infortunio. Sin embargo, fueron esos los días en que el poeta se alzó por encima de la desgracia y forjó lo mejor de su grandeza literaria; en medio de esa soledad absoluta, César Vallejo Mendoza reivindicó su condición de hombre libre en todo el sentido de la palabra y escribió “Trilce”, su obra maestra e inmortal. Enorme e imprescindible ejemplo para los peruanos y sobre todo para quienes a pesar de encontrarse con la navaja amenazando la aorta, abren siempre la ancha puerta en la casa de la esperanza.
No sé cuántos ni quiénes hayan podido acompañar (hasta esta intensidad y altura) la lectura de estas líneas. El hecho es que hoy, a propósito de los 120 años del natalicio de César Vallejo, quisimos remitirnos a los cerros retratados en sus libros, a los mineros tristes y explotados, al sentido puro de la amistad, a la incorruptible inocencia y a la capacidad para sortear las contingencias económicas, el sufrimiento humano, la melancolía y la oscuridad mediante la literatura.
César Vallejo se reconcilia en el alma y en el corazón de su patria cuando abrimos sus libros y les damos lectura. Él representaba emblemáticamente el alma mestiza peruana y latinoamericana que prefiere la marginación dolorosa a la humillación de la servidumbre. Pasaba por aquí para decir algunas cosas sobre el poeta de todos, para hablar de su ejemplo; lamentablemente, casi siempre, me termino extendiendo. Muchas gracias.

viernes, 9 de marzo de 2012

Todos juntos con Vallejo


Escucha Google Inc., este 16 de marzo queremos ver este doodle conmemorando los 120 años del natalicio de César Vallejo, el poeta del pueblo, el poeta de todos!!

jueves, 8 de marzo de 2012

El bar, la plaza, la literatura y la vida

Augusto Rubio Acosta

El café y los bares, espacios donde generalmente se habla a media voz o a gritos estentóreos para poder oír a nuestros interlocutores, lugares adonde muchos acudimos simplemente a contemplar el ir y venir de las gentes de la ciudad, a capturar los sonidos de la calle y a sintonizar con esa especie de “universo creativo” por donde transitan personajes “normales y extraordinarios”, han permanecido tradicionalmente relacionados -en el imaginario de mucha gente, incluso de la cultura popular- con la creación literaria, la tertulia, la bohemia, el alcoholismo.

El bar, sin duda el confesionario más democrático de los existentes, le sirve al escritor para realizar apuntes (escritos o mentales), para recolectar aforismos, crónicas, vivencias, miradas, fotografías (mitad realidad y mitad ficción), “mundos” surgidos de la soledad personal y de la observación de la soledad ajena, aunque haya ido acompañado a compartir un pisco, un chilcano, una de esas pócimas frozen “marca Perú” para combatir la apabullante asfixia del verano (cruel), de la vida.

El escritor, en su condición de caminante de bares y aprenhendedor de realidades y mundos, lleva siempre un cuaderno (o una laptop, con los tiempos 2.0 que corren) donde anotar lo que observa. Pero el estar solo y observar la soledad de los otros no siempre alcanza. El ir y venir de los mozos, el vocingleo de los vecinos de mesa, la ondulante naturaleza de los toldos publicitarios que protegen del sol a quienes prefieren un bar con mesas ubicadas sobre la vereda (en la calle, en la plaza), la música que vomitan los parlantes, y hasta las primeras palabras que se intercambien con nuestro interlocutor, cambian muchas veces la perspectiva del “viaje”, de los apuntes, de los tweets y de la tarde-noche, la conversa misma, la existencia.

¿Es posible arreglar el mundo desde una mesa de bar frente a la plaza?, ¿cómo desenredar el día que otros enredan desde una barra o desde sus prostitutos cargos públicos?, ¿cómo shit prolongar el tiempo en ese aposento de sosiego donde se cruzan vivencias de calle, sexo, arte, ciencia, política, literatura, amor, música, vida?

El ser humano es una minúscula réplica del mundo, qué duda cabe, y en un bar (como en cualquier lugar) pueden habitar todos los bares (y todos los mundos). En “Crimen y castigo”, de Dostoiewski (para solo poner un ejemplo), por los bares de San Petersburgo transitan “gentes mal vestidas”, en ellos -en sus ambientes cerrados, oscuros y mal ventilados- se refugian los proletarios así como gente de mal vivir, anidan ahí las víctimas del sistema social de las cuales el autor intenta resaltar el sentido fatalista de su destino. Y así, en general, la función simbólica de los bares y cantinas en la literatura es constituir una especie de ‘locus amenus’ para los marginales dentro de una urbe en crecimiento o decadencia, refugio confortable y de consuelo donde no se haya el común de los ciudadanos, sino en muchos casos gente vulgar, prostitutas y criminales, también escritores. Al interior del discurso literario, entonces, los bares y las cantinas asumen funciones concretas.

Para el suscrito, el bar es la frontera social invisible donde se gesta y realiza la voz poética. En un bar frente a la plaza los maleficios se vuelven sonrisa incipiente o abierta, las lisuras y procacidades adquieren la categoría de “palabras mayores”, los amores (y poetas) muertos resucitan o sucumben, puede curarse uno de las ojeras, se puede leer un libro (fotocopiado) y estar en paz con los hombres (con los editores ídem) y en guerra con nuestras entrañas. En un bar se puede adquirir la sed ausente y la predisposición de hacer añicos los secretos, se puede escuchar -en el tocadisco de la tarde- la naturaleza y el “eco” de la vida. Y sin embargo, si se desconoce aún la forma –y el método eficaz en el jardín de nuestras arterias- se puede también aprender a soñar.