lunes, 20 de junio de 2011

González Viaña en Chimbote

A Eduardo González Viaña lo conocemos hace más de veinte años. Habrá sido en 1990 o al año siguiente cuando leímos por primera vez su novela sobre la santa de los marginales enterrada en el cementerio Baquíjano que es desborde popular y creencia urbana. “Sarita Colonia viene volando” es un libro que circuló mucho entre los estudiantes de antropología y entre quienes –amantes del rock y de la libertad- llegamos alguna vez al Agustirock para tomar notas, escribir una crónica y constatar in situ el fervor que “Los Mojarras” arrancaba entre las masas con su primer disco: “Sarita Colonia” (1992), fusión de la música tradicional peruana a todo nivel social con el lenguaje agresivo del rock de los pobres y de la cotidianeidad. A González Viaña lo conocemos de esa novela, de ese tiempo; años después conseguimos en fotocopia “¡Habla, Sampedro, llama a los brujos!” (1979), pero esa es otra historia, una que nos llevaría lejos si le diéramos el espacio que merece pero que hoy destinamos para escribir sobre la trascendencia literaria de este autor peruano de visita en el puerto.
González Viaña es escritor, periodista, pero también activista por los derechos de los inmigrantes hispanos en Estados Unidos, y ferviente defensor de la conservación de la magia de hablar en español en el país del norte. El autor es además catedrático en Western Oregon University y ha sido profesor visitante en Berkeley, Dartmouth College, Willamette University y Colaborador de Honor de la Universidad de Oviedo. “El corrido de Dante”, su más célebre novela, es un clásico de la literatura de la inmigración, el libro con el que obtuvo el Premio Latino Internacional 2007 de los Estados Unidos y por el cual mucha gente lo reconoce.
Pero ahora que recuerdo, González Viaña es también un escritor 2.0 (su columna “Correo de Salem” empezó a circular a través de primitivos emails hace más de una década, paralelamente aparecía publicada en varios medios impresos de América y España, y en los últimos años se deja leer a través del blog del mismo nombre). En el site, el autor se despacha a sus anchas sobre temas que lo han caracterizado siempre; desde el blog y también vía Facebook, González Viaña se enfrenta al fantasma que todo escritor tiene permanentemente encima cuando a uno lo persigue una historia, pero también da cara y se enfrenta al poder (sobre todo si éste vulnera los derechos fundamentales de los más desposeídos, de los sin voz), a la dura realidad peruana (amenazada tantas veces por la dictadura), y se manifiesta sobre los hechos que marcan la coyuntura y la historia: el rol del escritor en todo el sentido de la palabra.
A González Viaña se le ha otorgado una serie de reconocimientos internacionales, entre los que más recordamos se incluyen el Premio Juan Rulfo de Cuento (1999), Premio Mario and Alma Pastega Faculty Honors (reconocimiento de universidades norteamericanas por sus estudios sobre César Vallejo), Premio Kon Tiki, (otorgado por Utrop, periódico multicultural de Noruega y la Asociación Latinoamericanista de la Universidad de Oslo para premiar las literaturas que establecen un puente entre los pueblos del Norte y del Sur del planeta), entre otros; pero estamos seguros que el mayor reconocimiento que ha recibido se lo han otorgado sus lectores, esos que llegan con ejemplares antiguos e inhallables para el autógrafo de rigor y la fotografía para la historia. El reconocimiento que hoy le otorga la Universidad San Pedro no es la excepción (no todos los días se recibe un Honoris Causa), seguramente para el autor la emoción es intensa porque se trata de la casa de estudios emblemática del puerto, porque es una universidad de provincia, porque se trata del II Congreso Internacional de Educación, y porque la satisfacción de visitar Chimbote sólo se compara a la indescriptible sensación de saborear un espesado en los valles arroceros de Chepén y Jequetepeque, un cabrito norteño en Cupisnique o un buen cebiche en las playas de Chérrepe y Bahía Prieto. Sin embargo, eso no es todo a la hora del aplauso, cuenta también el acercarse a la gente del puerto, alimentar la imaginación para mejorar la prosa y el reencontrarse con la mirada y la sonrisa de los amigos que la escritura y la vida le han traído.

González Viaña está en Chimbote y ha venido volando. Hoy lo tuvimos frente a un nutrido y diverso auditorio que se dio cita para escucharlo. Ahí están sus libros y su aliento, su vida hecha escritura y su voz que se alza por encima de todos a la hora de decir lo que piensa y comprometerse con las causas justas. Bienvenido al puerto, Eduardo, esta también es tu playa, tu mar, tu vida…

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