jueves, 7 de enero de 2010

García Márquez va al dentista

Qué busca un Premio Nobel con caries en un doctor de provincia? La amistad entre el autor de El otoño del patriarca y Jaime Gabazón contesta esa pregunta.
El doctor Jaime Gabazón abrió la puerta de su clínica dental de Cartagena de Indias y descubrió a García Márquez tan solo como un astronauta en su sala de espera. Eran las dos y treinta de la tarde del 11 de febrero de 1991 y el paciente había llegado puntual a su primera cita. "En siete años nunca llegó tarde", me contaría tiempo después el odontólogo. En su mesa de centro, había literatura de consultorio de dentista, unas cuantas revistas para bostezar la espera y empezar a caer bajo los efectos sedantes de una música de fondo. El doctor Gabazón parecía muy despierto bajo sus anteojos de lector de dentaduras. Tenía esa bonhomía que transpira la gente de la costa de Colombia y unos bigotes que se esmeraban por competir con su sonrisa simétrica. Aquella primera vez -me contaba en 1999- García Márquez había llegado hasta allí en su automóvil con chofer, en un barrio de la ciudad cuyo nombre es perfecto para un dentista: Bocagrande.
Cuando el odontólogo salió a recibirlo, el escritor acababa de completar de puño y letra la ficha de su historia clínica: "Nombre del paciente: Gabriel García Márquez. ¿Cuál es su ocupación? Paciente vitalicio. Número de teléfono: Cortado por falta de pago. Si es casado, ocupación de su esposa: Sí, no hace nada. ¿Para qué compañía trabaja su esposa? Ya quisiera yo saberlo. Nombre de la persona responsable por el pago del tratamiento: Gabo, el hijo del telegrafista. ¿Tiene usted alguna molestia o dolor? Molestia sí, el dolor vendrá después. ¿Nos podría decir quién lo recomendó al doctor? Su fama universal"... Un texto de Julio Villanueva Chang, tomado de su libro Elogios criminales (Planeta Perú, Lima, 2009) y que llega vía adn.

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