lunes, 15 de junio de 2009

El destino de una imagen

En la madrugada del 4 de marzo de 1960, el carguero La Coubre, amarrado en el puerto de La Habana con armas belgas en sus entrañas, estalló en pedazos. Fidel Castro atribuyó el atentado a la CIA y al día siguiente, en el funeral público de las más de setenta víctimas, embistió contra Estados Unidos y acuñó su célebre "Patria o muerte". Entre la multitud se movía Alberto Díaz Gutiérrez, un fotógrafo de modas con fama de bon vivant que se había vuelto, gracias a su buen trato con el líder cubano, el reportero gráfico oficial de la Revolución.

Además de las obligadas tomas de Castro, le habían ordenado seguir a dos visitas extranjeras cuya presencia en la isla tenía un enorme peso simbólico: Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir. En eso estaba cuando en la mira apareció, con su chaqueta y su boina, el joven presidente del banco central, un argentino que había impresionado a los influyentes intelectuales franceses con sus ideas y su energía. El fotógrafo, más conocido como Alberto Korda, disparó su Leica y lo congeló en el tiempo.

Relegada por la imagen de Fidel y las de sus ilustres visitas, la fotografía de Ernesto Guevara no apareció en los diarios al día siguiente. Su hora llegaría casi una década más tarde, después de que la muerte del Che en Bolivia sellara el mito del revolucionario perfecto. La interesante nota de Miguel Guyot de La Nación pueden leerla completa aquí.

1 comentario:

  1. Hasta la victoria siempre che comandante,amigo.
    Has cumplido 81 años de furia inmortal ,che comandante,atrevido.
    Lector miserable.

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