miércoles, 18 de marzo de 2009

Diccionario abracadabra

A propósito del reciente lauro obtenido por el narrador Gregorio Martínez, quien el último fin de semana ganó la I Bienal de Ensayo “Premio Copé Internacional 2008” con su libro Diccionario abracadabra. Ensayos abechedarios, tomo prestadas (y condensadas de aquí y allá)parte de sus declaraciones al diario La República:

Diccionario Abracadabra es magia y realidad. Es un paquete de ensayos, 300 páginas, elaborado a todo pulmón. Se basa en un libro mágico que en mi infancia, en Coyungo, me dejó a guardar Alberto Adato, un mercachifle sefardí que recorría las aldeas a lomo de mula. Nunca volvió a Coyungo. Medio siglo después lo ubiqué en Seattle, donde él sacaba una newsletter de puño y letra, reproducida luego con recursos electrónicos. La hacía a mano porque estaba escrita en sefardí, es decir de derecha a izquierda como el hebreo, solo que usaba el alfabeto nuestro, el fenicio latino. Creo que originalmente los sefardíes hablaban arameo, el idioma de Jesucristo, no hebreo. En España, al cabo de 1,500 años perdieron el idioma. En verdad, el libro mágico de Alberto Adato era un vulgar muestrario de mercaderías con un bodoque de páginas en blanco al final que estaban cubiertas por infinidad de anotaciones. Entonces yo no sabía leer y con mi amiga Tina Vilca, que tampoco leía, jugábamos a encontrar palabras. Ella decía: ¡bichía! y yo tenía que decir el significado. La bichía era una horripilante rapaz nocturna que existía en los guarangales de Coyungo y que ya está extinguida. Entonces, me tocaba a mí y yo decía: ¡culiculí! Tina tenía que llenar el significado. Aparentemente era un juego arbitrario, como posiblemente podría parecer Diccionario abracadabra, pero el asunto era que todo estaba gobernado por un tremendo rigor.

No sé qué tienen los gramáticos y los lingüistas contra la ch. El diccionario de la Real Academia omite chuchumeca, por ejemplo. Excluye ese hermoso peruanismo que Arguedas usa en El zorro de arriba y el zorro de abajo. Desubica a la palabra chochoca y alguien como Rodolfo Cerrón se hace el desentendido. Sí, lo de “ensayos de abechedario” es un reclamo por la inclusión.

En todo narrador hay un ensayista. (Éste) es mi entrenamiento para entrar a tallar en el análisis concreto de la situación concreta, ahora que los teóricos marxistas se han quedado mirando las musarañas.

Gregorio Martínez (Coyungo, Nazca, 1942) ha publicado los cuentos “Tierra de caléndula” y “Cuatro cuentos eróticos de Acarí” y las novelas: Canto de sirena, Crónica de músicos y diablos, Biblia de guarango. Con “Guitarra de palisandro”, Gregorio Martínez ganó el Trofeo de Oro la XII Bienal de Cuento 2002.

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