miércoles, 7 de mayo de 2008

Quispe: el lado poético de la marginalidad

Luego de 8 años viviendo a la intemperie y estudios universitarios de Lengua y Literatura, César Quispe habla de su principal pasión.

En “El vuelo de la mosca” hay una marcada presencia temática del abandono y la pobreza, ¿qué tanto te puede haber marcado el vivir en las calles?
Mi poesía es social en ese libro porque eso lo he absorbido de la vida misma. Ha sido la forma de desatar mis vivencias del tiempo que viví a la intemperie, absolutamente desprotegido. Durante 8 años compartí los corralones de Bolognesi con pirañas, homosexuales, prostitutas y parias; con ellos hubo una amistad. Frecuentaba los bares y night clubs de la época: el Blue Star, el Copacabana; vendía cigarros, objetos para los vaporinos; tuve que hacer de todo para poder sobrevivir. Eso, sin duda, me acercó a la poesía.
Sin embargo, los poemas de tu libro no vuelcan totalmente la vida extrema que llevaste, sólo se percibe un atisbo de eso, como que aún no te has soltado completamente…El lado marginal de la vida que he llevado aún no lo he mostrado, es mi compromiso hacerlo en un futuro cercano. Mis poemas han dejado ver un Chimbote caótico, no desarrollado. Es una mirada pesimista, pero eso es lo que siento.
Un tanto o demasiado vallejianos quizá…
Vallejo es indispensable para todos los peruanos, sobre todo para los que escribimos. Si he leído a Vallejo seguramente algo debe haber quedad en el subconsciente.
¿Qué estás escribiendo ahora?
Un libro de poemas eróticos que aún está intitulado. Son 20 poemas con las que ingreso a un terreno peligroso. Uno de estos trabajos fue publicado en Colombia.
¡Cómo observar la escena cultural de la ciudad?
Creo que hay que destacar que el periodismo cultural está creciendo y encontrando nuevos espacios en los medios, lo que hasta hace unos años era impensable, y eso es muy positivo.
EL DATO
Quispe Ramírez, nacido en Chimbote en 1977, es también profesor de Lengua y Literatura en la Institución Educativa “Trilce”, de Nuevo Chimbote. A inicios de la década, el autor fundó con un grupo de estudiantes de la UNS, la revista “Tinta libre” que entregó media docena de números a la escena cultural de la ciudad y acusó varios intentos de resurrección hasta ahora fallidos.

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