viernes, 4 de abril de 2008

Cuando el periodismo y la literatura se alían *

Notas sobre periodismo literario

Edmundo Paz Soldán

Algún día, cuando se escriba la historia literaria de la América Latina de principios de este siglo, se tendrá que reconocer que las grandes innovaciones de la prosa latinoamericana vinieron de la mano de los editores, de los cronistas, de los periodistas, de los escritores de non-fiction. En esa historia por contar se verá el notable papel de algunas revistas: Gatopardo (creada en Colombia, editada hoy en México), la peruana Etiqueta Negra, la colombiana El Malpensante, la chilena The Clinic, la mexicana Letras Libres, la brasileña Piauí, la argentina La Mano.

Una de las características fundamentales de estas revistas es su flexibilidad temática y formal. Si bien Julio Villanueva Chang, director fundador de Etiqueta Negra, menciona que la revista no es periodística ni literaria, lo cierto es que es ambas cosas a la vez; como dice Toño Angulo Daneri, uno de los periodistas de la primera etapa, Etiqueta Negra es "un bastión fundamentalista del periodismo narrativo". Andrés Hoyos, editor de El Malpensante -revista que se mueve cómodamente en el periodismo literario y sus diferentes géneros-, llega a aseverar contundente: "Nos interesan los textos bien escritos sin que importe mucho de qué hablan". Martín Pérez, integrante del consejo de dirección de La Mano, dice de esta revista de "cultura rock": "Aunque parezca que cultura y rock son dos palabras que no se llevan bien juntas..., en Argentina el rock siempre fue entendido como algo más que escuchar música: también tiene que ver con qué libros leer, qué películas ver y toda una forma de mirar el mundo". Letras Libres, por su parte, es una revista más ensayística, más de reflexión.

Estas revistas abrevan en tradiciones locales -Expreso Imaginario, para La Mano; la legendaria Vuelta de Octavio Paz, en el caso de Letras Libres-, pero la tradición anglosajona es sin duda más influyente: Vanity Fair, Mojo, Rolling Stone, Esquire, The New Yorker, Harper's, The New York Review of Books, Prospect. El ejemplo anglosajón aparece en todas partes: en la edición muy cuidada y la amplia extensión de los textos, en la extensa investigación que se hace para escribir las crónicas. El crítico Rafael Gumucio llega a sugerir que si para el boom los escritores norteamericanos importantes eran Faulkner y Hemingway, los que hoy cuentan no son escritores como Jonathan Franzen o David Foster Wallace, sino periodistas-ensayistas-cronistas como Janet Malcolm, Susan Orlean o Jon Lee Anderson. La renovación de la prosa latinoamericana tiene como punto de partida al nuevo periodismo norteamericano.

Mario Jursich, subdirector de El Malpensante, señala que una de las claves de la revista es su espíritu cosmopolita y el rechazo al "espíritu provinciano, sobre todo al considerar el inmenso protagonismo que éste ha tenido en un país de magra cultura como es Colombia". La paradoja de este cosmopolitismo es que los compartimentos estancos en los que se mueve la cultura de América Latina hacen que, en general, estas revistas sólo puedan ser conseguidas en sus respectivos países de publicación (las suscripciones internacionales son prohibitivas de tan caras). Gatopardo es la que más esfuerzos ha hecho por distribuirse en todo el continente: llega a quince países. En cuanto a la internacionalización, la gran mayoría o ha fracasado o ni se lo plantea; Letras Libres es una de las excepciones en este panorama, pues tiene una edición que se publica en España, con artículos y reseñas que no aparecen en la edición mexicana. Letras Libres también coloca toda la edición impresa en su sitio web, y tiene blogs, además de archivos muy completos, incluida toda la colección de Vuelta; lamentablemente, la mayoría de las revistas publica pocos artículos de la edición impresa y no ofrece mucho material propio; hay todavía miedo a que la competencia digital pueda devorar al papel.

Lo normal para estas revistas es tener un tiraje de entre 5.000 a 10.000 ejemplares. La Mano supera los 10.000; El Malpensante llega a casi 20.000, y Letras Libres a 38.000 en sus dos ediciones; Gatopardo es la más vendida: sus tres ediciones (mexicana, andina y pan-regional) llegan a 200.000 ejemplares. Debido al costo del papel, las revistas suelen ser caras y llegan sobre todo a los segmentos de la clase media, media-alta y alta. Esos costos hacen que sea de destacar cuando una revista cultural sobrevive un par de años en América Latina. Lo extraño, sin embargo, es que pese a que no todas estas revistas son comerciales, los anunciantes las apoyan. Daniel Titinger, nuevo director editorial de Etiqueta Negra, cree que lo que apoyan, en el fondo, es la continuidad.

En un continente tan inestable, el gran logro para muchos parece ser persistir, y durar. Los editores de estas revistas, por suerte, no parecen interesados en convertir la continuidad en un fin en sí mismo. Siguen arriesgando cada mes (o cada cuarenta y cinco días, en el caso de El Malpensante), con lo que es casi seguro que en un tiempo no todas seguirán con nosotros. Habrá malas noticias y contratiempos en esta historia, pero lo fundamental es que las bases están construidas para que se pueda hablar ya de una nueva gran tradición latinoamericana.

* Tomado del suplemento Babelia, El País, 29 de marzo 2008.

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