sábado, 22 de marzo de 2008

Lancha varada: la intimidad perniciosa

Entre la historia y la ficción

Juan Carlos Lucano

Se celebraba por aquel momento la fiesta de San Pedrito 2005 cuando me encargaron la presentación del libro de cuentos Mar de alucinados: Historias de pescadores (Arteidea Editores-Editorial del Pedagógico San Marcos, 2005). He tenido que rememorar aquella oportunidad porque fue ahí cuando planteé lo siguiente: “La existencia de cuentos que abarcan el mar como referente ornamental…y donde no va a tener un rol relevante, y aquellos donde el mar es referente esencial.”. No obstante también hacia notar:… “La descripción de las actividades pesqueras es la premisa para los autores…Y prosigo (nótese especial interés aquí):…por ello la caracterización de sus personajes y la historia misma se ven subordinadas”.
Ahora bien, en Lancha varada (Río Santa Editores-Ediciones Altazor 2005), Fernando Cueto no se aleja mucho de lo planteado, pues solo cambia el referente mar, faenas de pesca, y opta por encaminar su novela ejerciendo prioridad en la descripción del ambiente de la época e historia local, en desmedro de la libertad de los protagonistas y de la tradición novelesca.
Lancha varada pretende sumarse así a la narrativa local y nacional exponiendo un conjunto de existencias individuales que insinúan trascendentes los albores de los prostíbulos y la cotidianidad del profesor Montoro y sus alumnos: el teniente Caballero; Calambrito, el guardia civil Cachaco, el pescador Pellejón; el taxista Silvapato, Ignacio Brun Goycochea (el gringo), Gualbero Santos (Beto); Teresa y Agustina Regalado y el señor Germán Narro, entre otros.
La referencia a los prostíbulos en la narrativa nacional resulta frecuente y variada, pero escasa en la forma novelesca; en tal sentido, en Lancha varada la inclusión del bulín y las vicisitudes de los protagonistas se percibe con la nítida intención de sustentar y realzar el aspecto histórico, en perjuicio de la dimensión narrativa. A propósito, Miguel Gutiérrez señala: “…la doctrina socialista respondió a la necesidad de contar con una estética subordinada a las metas de la construcción del socialismo…el artista y la literatura son tuerca y tornillo de la revolución proletaria.” (o de la fundamentación histórica) Y continúa: “…En consecuencia, a los arquetipos (los protagonistas) le serán ajenos las complejidades y tormentos de los mundos subjetivos, su sexualidad deberá ser simple y pudorosa, desconociendo la oscuridad de las pulsiones y los requerimientos del eros; del mismo modo carecerán de vida cotidiana o su cotidianidad quedará restringida a sus relaciones con la Comunidad”. Como se puede apreciar, salvando los asuntos, Fernando Cueto comete así un gran error, pero no porque trate de incendiar alguna pradera ni subvertir el orden, sino al insistir en la capitalización del aporte histórico en menoscabo de los aspectos artísticos.
En cuanto a la proliferación de las historias, podemos mencionar que éstas pretenden cruzarse y entretejerse como si fueran “cajas chinas”. Sin embargo, nunca logran tal propósito, pues la suma de las voces quedan fluctuantes, intermitentes y sobretodo divorciadas y sueltas en la estructura novelesca. En contraposición se registra una intervención –en el plano netamente de la organización, particularidad y naturaleza– que difiere y marca la pausa, pues no persigue justificar ni servir a la causa histórica. Se trata en nuestra opinión de la descripción de Germán Narro, quien con su accionar sumerge al lector en una historia emocionante, salpicada de pasajes apasionantes, derivados del torrente intimo de la naturaleza humana.
Por otro lado, presumimos que Cueto considera la multiplicidad de personajes, esperando conseguir una novela que se inmiscuya en los recovecos más inusitados del puerto, para tratar de abarcar no solo la realidad circundante sino nacional. Su intento es encomiable, sin embargo lo que perenniza es una titubeante ficción.
En suma, Lancha varada es una novela embrionaria y pretenciosa, que destaca una situación histórica (la génesis de los prostíbulos, el terremoto del 70 y la situación social de la localidad y del Perú), y que no obstante ha sido aleccionadora y útil para demarcar los linderos entre la historia y la ficción.

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