sábado, 26 de enero de 2008

Porque narrar libera

En medio de gran expectativa, volumen de narrativa erótica de Chimbote se presenta este viernes 8 de febrero en la UPSP


Jaime Guzmán Aranda / Augusto Rubio Acosta

La compleja experiencia erótica, aún tratada escasamente por los escritores peruanos -con honrosas excepciones- ha permitido una ampliación y renovación expresivas de la narrativa tanto en el nivel constructivo como en la introducción de temáticas y espacios prácticamente inéditos. En los libros de los autores de la llamada generación del 50, lo erótico apareció como una etapa más de la degradación humana y sin la dimensión compleja y profunda que merecía.
El sexo, manifestado en un inicio como símbolo de poder en la novela indigenista, se tornó durante el apogeo de la narrativa urbana en escasamente tratado y visto únicamente desde una perspectiva heterosexual, marginalizando, haciendo escarnio y mofa de otras perspectivas.
En los primeros libros de Oswaldo Reynoso -sobretodo en Los inocentes (1961), el lector pudo acceder a través de recursos expresivos excepcionales a los diversos estratos de un erotismo crudo. Publicaciones posteriores de Adolph y Eielson centraron también su atención en el placer como tema de su producción narrativa. Recién con Canto de sirena (1977), de Gregorio Martínez, el erotismo alcanza la solvencia que tanto necesitaba nuestra literatura. En los últimos veinte años Mario Vargas Llosa presenta un díptico novelesco formidable donde explora plenamente los placeres: Elogio de la madrastra (1988) y Los cuadernos de Don Rigoberto (1997). Miguel Gutiérrez trató también el tema en La violencia del tiempo (1991) y Reynoso volvió a la carga con En busca de Aladino (1993), mientras Carmen Ollé introducía el homoerotismo en Las dos caras del deseo (1994).
En los últimos años –y en el plano nacional- han habido nuevas entregas que han revalorizado los viejos tabúes, se han explorado diversos discursos alrededor del cuerpo, la intimidad y el erotismo, buscando iluminar y comprender cabalmente sensibilidades presentes desde siempre en nuestros narradores. Con Hostal amor (2006), del escritor iquiteño Cayo Vásquez, el desenfado al tratar el tema prostibulario y erótico en medio del tráfago de nuestra selva se torna incisivo. De igual modo y en gran performance, Oswaldo Reynoso entregó El goce de la piel (2006) y Mario Vargas Llosa hizo lo propio con Travesuras de la niña mala (2006). Otra entrega que se interna en el tema prostibulario y erótico es Puta linda, de Fernando Ampuero, mientras que con Añañaw. Cuentos eróticos (2007), tres narradores ayacuchanos dan cuenta de los placeres bien vividos en la ciudad de las iglesias.
Si hablamos de Chimbote y nos referimos al tema, es necesario señalar que existen dos libros emblemáticos de nuestra urbe como son Banchero, de Guillermo Thorndike, y El zorro de arriba y el zorro de abajo, de José María Arguedas, en los cuales el tema prostibulario es una luz roja permanente; historias que viven en la memoria colectiva de nuestro pueblo, sobre todo de quienes fueron de alguna manera protagonistas de hechos insólitos -propios del realismo mágico- en el prostíbulo de Chimbote: su principal epicentro. Quizá por eso Mario Vargas Llosa no escatima elogios al referirse a la descripción que Arguedas hace de “la Blanca” y “la Rosada”, en su póstuma novela: “En ninguno de sus libros anteriores es tan apocalíptica la vida del sexo como en esta novela (…) la descripción del prostíbulo de Chimbote es su mejor episodio…” Otro de los libros de Chimbote cuyas páginas están dedicadas en gran medida al tema del prostíbulo es Lancha varada (2006), novela de Fernando Cueto.

No es nuestra intención hacer apología de estos escenarios marginales, pero consideramos que sería censurable si nos refiriéramos a estos espacios sólo en voz baja, por debajo de la mesa y tratando de quitarle la importancia histórica que ha desempeñado en la formación de conductas sociales que sin duda tuvieron en el burdel la pila donde muchos se bautizaron sexualmente. Creemos que con esta entrega el escritor chimbotano le está dando prestigio nacional a nuestro puerto siendo consecuente con lo mejor de sus años adolescentes; los narradores incluidos en el presente libro reivindican las casas de tolerancia y muestran los variopintos rostros del erotismo de manera transparente, haciendo que la pluma discurra por los submundos del puerto con la única intención de que el lector tenga en este conjunto de relatos un acercamiento feliz con la literatura y la vida.
El erotismo y la posibilidad de transmitirlo a través de la narrativa como tema o contenido de un relato o bien enfocando lo erótico como paradigma de la formalización de un texto (al igual que un coito, un texto literario posee niveles de tensión, distensión, clímax y consumación) están íntimamente ligados. Con La Santa cede, los escritores de Chimbote dan cuenta de sus demonios e intentan llenar el vacío existente en un tema que nos atañe a todos. El puñado de narradores aquí presentes expresa –con el nivel que cada uno de ellos ha alcanzado- su particular punto de vista del mundo que lo rodea, en una urbe caótica, nueva y popular, pero a la vez pujante en materia de escritura. Los responsables de la edición de este volumen no expresaremos palabra alguna sobre la presente muestra de narrativa erótica; el tiempo y los críticos acuciosos tendrán la palabra; sin embargo, no ocultamos nuestro deseo de que la cucufatería y los inquisidores de épocas superadas se constituyan en nuestros mejores lectores.

Usted debe saber que…
El libro en cuestión será presentado el viernes 8 de febrero en el auditorio de la UPSP por la destacada escritora y directiva de la Cámara Peruana del Libro, Doris Moromisato, y por el narrador Oswaldo Reynoso.

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