miércoles, 10 de octubre de 2007

La compañera


Julio Cortázar

Más que nunca, la poesía.

Hoy más que nunca su exorcismo de chacales, su llamarada purificadora, su memoria obstinándose. Azotada por una historia vertiginosa, en la que nos perdemos bajo el torbellino cotidiano de la información, la poesía más que nunca: sus ojos selectores fijando lo que no tenemos derecho de olvidar, salvando piedras blancas, pájaros, instantes como fogonazos de flash, la belleza, la dignidad de la vida.

Más que nunca allí donde buitres de fuera y de dentro se ensañan contra los ojos abiertos de un pueblo, arrancan y desgarran las flores de la sonrisa y el sueño, carroñas de sí mismos, millonarios y coroneles oliendo a muerte; contra ellos, más que nunca, la poesía.

En la memoria de los hombres que luchan, ella es siempre una vela de armas, la luz del fogón en la espesura de los montes, el trago de agua, la que lleva de la mano a la batalla y al reposo. Y, con ella de la mano, el pueblo de El Salvador entrará en su primera mañana de libertad y de júbilo.

Más que nunca, la poesía, porque en ella anida el futuro.

La muerte de Julio Cortázar (1914-1984) fue un momento de verdadero luto no sólo para las letras latinoamericanas, sino para los jóvenes de Latinoamérica. Su novela Rayuela fue una biblia del desenfado, y sus cuentos nos llevaron más allá de las fronteras que nos señaló Jorge Luis Borges, a un desencanto con el estado de cosas, con la “realidad”, y a una constante revaloración de nuestro propio poder para re-imaginar el mundo. Esto significa que, en esencia, Cortázar fue siempre un poeta. Su poesía es desigual, pero está llena de instantes de gran belleza. Este poema en prosa, escrito presuntamente en 1980, es un homenaje a la poesía misma, la “compañera” más profunda y fiel; pero en ella está contenido un triple homenaje al Ché Guevara (quien murió acompañado de “El Canto General” de Pablo Neruda), a su amigo el poeta Roque Dalton y al pueblo de El Salvador que vivía entonces el período de conflicto más encarnizado de su historia.

Para los interesados en el arte de la poesía, “La compañera” es un ejemplo perfecto del poema de ideas. Quiero advertir, sin embargo, que el siguiente análisis mata el espíritu del poema, puesto que su mayor valor está en la emotividad visceral que despierta su lenguaje discursivo. “La compañera” es un poema en prosa estructurado de manera muy simple. Enmarcando el poema con la repetición de la frase “Mas que nunca…”, el poema insiste en la necesidad actual y vital de la poesía. Dos párrafos sirven para sustentar esta idea: el primero, “Hoy más que nunca…” nos acerca a una definición de la utilidad de la poesía; el segundo, “En la memoria…”, nos sitúa en los lugares donde, de acuerdo a Cortázar, la poesía es más útil: en el campamento guerrillero o en El Salvador, territorios de lucha. Esa insistencia en los usos de la poesía en un presente cargado de historia y terror es lo que hace la línea final tan efectiva: “en ella anida el futuro”. Este es un poema que otorga validez a los clichés de la poesía revolucionaria. Cortázar sabe hacerlo porque no pierde su perspectiva: “La compañera” no es, en el análisis final, un poema sobre El Salvador o sobre la revolución, sino sobre la poesía.

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