martes, 21 de agosto de 2007

LANCHA VARADA


Notas sobre la novela de Fernando Cueto. Río Santa Editores, Chimbote, 2005

Javier Garvich *

Lancha Varada debe su título inicialmente a uno de sus capítulos que habla de la aparición de una enorme lancha varada en una de las playas de la ciudad y que se convierte en testigo del paso de la niñez a la adolescencia de toda una generación de chimbotanos. La novela es una historia de historias que narran las tribulaciones de Beto y sus condiscípulos: El Gringo, el alumno más inteligente de la clase que, entre sus cualidades, tiene la de doblar cucharas con la mirada cual Uri Geller tercermundista; el Negro Aceituna, Pellejón y Calambrito, productos en bruto del lumpen de la ciudad; la precozmente lujuriosa Bruja Maruja, el escéptico Silbapato. Todas víctimas del terremoto de 1970 que los obliga a mudarse al otro lado de la ciudad.

Sin embargo, no es solamente una novela de iniciación. También está la historia del profesor Montoro, docente de ideas marxistas a quien su pensamiento político no impide que apruebe alumnos merced a los favores sexuales de sus madres y que, curiosamente, se toma como cruzada personal el cierre de un prostíbulo cercano al barrio magisterial. Está la contradictoria historia del jefe del lupanar que intenta acomodar su negocio con su pasado de seminarista. Están las historias menores de las prostitutas y los empleados del burdel. Toda historia de Chimbote tiene que ser plural, tiene que poner de escenarios simultáneos el arenal y las playas, los olores de la sanguaza y las cervezas, el mercado, las casas de esteras y el colegio. Alcaldes y delincuentes, curanderas y migrantes, pescadores y burócratas; todos tienen su pequeño papel en la polifónica historia de la ciudad.

También una historia adicional: Los orígenes. La generación de campesinos cordilleranos que deciden migrar y conocen, por primera vez, el mar. La hija embarazada por cualquier pescador anónimo, el terremoto de 1970 que marca indeleblemente a los habitantes de la ciudad –“...el asmático era mi amigo pero yo no sentía pena por él, con eso del terremoto yo no tenía cabeza ni para sentir pena”- la cruda niñez casi en la intemperie, en medio de un paisaje destartalado cuya imagen más cruda es la fila de demacrados escolares haciendo cola con una taza de metal para desayunarse siquiera un puñado de avena con leche.

Pero, la historia de Chimbote no es solamente un recordatorio infantil, avanza y se trunca: ¿Qué fueron de estos chicos inquietos y revoltosos, todos llenos de sueños y ganas de vivir? Algunos consumidos en la delincuencia, casi todos golpeados por la pobreza y algunos segados bajo las cuchillas de la violencia política. La historia la empieza a contar Beto, pero terminan hablando otros sobre Beto, uno más entre los cientos de víctimas del genocidio de los penales en 1986. De lejos, la más salvaje matanza en masa cometida por un Estado en toda Sudamérica.

Y el final es tanto más chocante dado que en el inicio del relato profesores y alumnos se dan ánimos para sobrevivir la tragedia del terremoto, se prometen a sí mismos reconstruir no solamente la ciudad sino todo el país. Un puñado de adolescentes que bautizaron su promoción con el nombre de Mao Tse Tung y esperaban, ingenuamente, algún tipo de ayuda de la República Popular China (tema recurrente en muchos relatos de esa época: la esperanza que los países socialistas les echaran una mano a unos jovenzuelos dejados de la mano de dios, esperanza antes confiada a la inexistente generosidad del capitalismo norteamericano).

En fin, los sueños de una generación que lucharía por la justicia social y la dignidad del Perú ¿Y en qué terminó esa generación? ¿Dónde están esos sueños? Es así que la Lancha Varada termina siendo una metáfora de todas las historias narradas en la novela: Las promesas cortadas de toda una generación tragada por la bancarrota económica, la violencia política y la desesperanza final. Las últimas páginas son recorridas por los sobrevivientes: El profesor como un intelectual frustrado y autoconsciente de su mediocridad, y el Gringo, emigrado a España, inmerso en empresas literarias que le dan la confianza perdida y le ayudan a no olvidar sus duros orígenes: Una novela dentro de la novela, un relato que continúa el fin del relato. O diciéndolo más claro: La literatura como salvación dentro de un país de náufragos.

* Editor de la Revista Peruana de Literatura

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