martes, 7 de agosto de 2007

Identidad chola como peruanidad


Afirmaciones en torno a la oportunidad de construir una identidad peruana

Pier Paolo Marzo




Afirmar una común identidad peruana como condición de un proyecto nacional
Sin duda, el Perú carece de un proyecto nacional que oriente las propuestas y programas de sus dirigencias políticas y, en general, de sus dirigencias sociales. Es más, las dirigencias políticas nacionales y la burocracia nacional suelen ser percibidas como desconectadas de las necesidades e intereses de la mayoría de la población. Quizá por ello millones de soles, cientos de proyectos y decenas de programas sociales no mellan la pobreza y sus múltiples manifestaciones a lo largo y ancho del Perú.Ante dicha realidad, la ausencia de un proyecto nacional ordenador de las diversas demandas sociales y propuestas políticas requiere ser afrontada como un problema central en el Perú, si se quiere cambiar radicalmente esa desconexión y las consecuentes fragilidades del Estado peruano, incluyendo sus inefectividades burocráticas. Pero un proyecto nacional requiere resolver la fractura identitaria que nos marca desde las invasiones españolas de principios del siglo XVI, reafirmadas tras la derrota de Túpac Amaru II a finales del siglo XVIII y desatendidas durante los siglos XIX y XX, en los que gobernaron nuestra patria dirigencias políticas mirando únicamente hacia los descendientes de los invasores, salvo contadas, aisladas y utilitaristas excepciones.

Es más, aun hoy las dirigencias políticas no terminan de expresar al Perú cholo que construye ciudades, diseña vestidos, reinventa comidas, crea y recrea música, pintura, poesía, cuentos, organizaciones, blogs, etc. Hacerlo conlleva al menos dos tareas: i) la de autoidentificación con las bases reales de la peruanidad y ii) la de proyectar una visión de lo que queremos expresar como peruanos ante el mundo, en el futuro próximo. Tareas que requieren de nuevos actores políticos que asuman los retos respectivos.


Afirmar la igualdad en peruanidad como condición para una República de ciudadanos

Pero ¿existe o puede existir la “peruanidad”?. Si queremos construir una Nación sólida, la respuesta no puede sino ser SÍ. Pues una Nación es más que un acuerdo sobre límites y otro sobre organización jurídica. Una Nación es también autoidentificación de una cierta hermandad entre quienes compartimos un pasado común y un destino común, los conciudadanos de la Nación. Y esta autoidentificación presupone elementos culturales, acuerdos compartidos sobre qué nos identifica como connacionales, peruanos en nuestro caso. Pasarlos por alto supondría una cohesión meramente formal y por lo tanto, una debilidad intrínseca en la convivencia. Esto es lo que le ha venido pasando al Perú durante la República formal que sucedíó al virreynato. Por eso se explican las fracturas que facilitaron las derrotas de la Confederación Perú-Boliviana y de la guerra del Pacífico, así como la cruenta política peruana del siglo XX y el conflicto armado interno que cerró ese siglo con 69 mil víctimas, la mayoría quechuahablantes... En todos esos conflictos hubo una negación absoluta de la común peruanidad de inmensos sectores de nuestra población... En todos esos momentos se evidenció que unos se sentían esencialmente distintos a los otros. Por eso también, cuando baja la temperatura, todos los años mueren niños y ancianos que de haber estado bien nutridos y abrigados no morirían: mueren porque las dirigencias políticas nacionales no los identificaron como peruanos, iguales en dignidad a ellas mismas y merecedores de los mismos entornos sociales que garantizan la vida ante, por ejemplo, factores climáticos.

Superar esa dificultad para entendernos como iguales en peruanidad resulta esencial para que la idea de una República de ciudadanos cobre sustancia en el Perú. Pero para que eso ocurra, tenemos que partir reconociendo y valorando un elemento central de nuestro punto de partida nacional: nuestra condición de vivir en un país heredero cultural de la gran civilización andina y de la gran civilización europea, a la que se añadieron importantes aportes africanos durante todo el período virreynal, chinos en el primer siglo luego de la independencia de España, y de muchos otros pueblos en el siglo XX, incluyendo los pueblos amazónicos. Herencias o aportes que en su mayor parte no se aislaron, sino que se mezclaron, o, mejor aun, se fusionaron y se siguen fusionando, generando un mestizaje singular, una identidad nueva y distinta; en las que los aportes culturales no se pierden, sino que permanecen enriqueciendo la nueva identidad.


Afirmar la choledad como punto de partida de nuestra peruanidad


¿Cómo caracterizar esa identidad peruana producto de la confluencia de elementos culturales andinos, europeos, africanos, asiáticos? Cómo ya ha sido caracterizada: como mestiza. Pero no de cualquier manera. En el Perú hemos inventado un tipo de mestizaje único en el mundo, y ya le hemos puesto un nombre: “cholo”. Los peruanos nos llamamos “cholos”, le llamamos “cholita” a nuestra amiga linda, “acholamos” el pisco cuando mezclamos variedades de uvas. Lamentablemente, algunos, los que no quieren reconocer a todos los demás como sus hermanos en peruanidad, sus iguales en ciudadanía, “cholean” despectivamente a quienes no tienen el dinero, el color, la dicción, los ternos o trajes de “su nivel” o “condición social”, a los que no pertenecen a los círculos de la “GCU” (“gente como uno”), a los que no podrían entrar a ciertos clubes o discotecas (cada vez más marginales, ciertamente). Peor aun, muchos, a pesar de no compartir esos criterios discriminadores y alienantes, tienen internalizados los prejuicios contra el mestizaje cholo de la peruanidad, por lo que les cuesta aceptarlo como un signo de unión entre peruanos y peruanas.

Pero no hay alternativa. Y si bien es cierto que en su origen la palabra "cholo" fue usada como un despectivo, como tantas otras cosas y conceptos, lo que fue marginado y echado al final de la escala social, ha insurgido y se ha puesto en el centro de la vida común. Es pues el tiempo de aceptar que sólo valorando nuestro peculiar mestizaje cholo, que trasciende lo racial o lo étnico, que se proyecta culturalmente en muchísimas de las manifestaciones que expresan "lo peruano", podremos afirmar una República de ciudadanos, sólida en su base y poderosa en su proyección. Pues sólo afirmando una ciudadanía común, pero no formal únicamente, sino densa, llena de historia y de historias fusionadas, nos sentiremos bien de ser peruanos o peruanas. Y afirmarnos como cholos o cholas, queriéndonos así, es afirmar y querer nuestra andinidad, nuestra europeidad, nuestra africanidad, etc. Es afirmarnos afirmando al otro, que tenemos en frente, reconociendo que sus aportes nos han enriquecido a todos.

Cierto es que aun estamos lejos de afirmarnos de esa manera. Cierto es que seguimos pasando a las celebraciones sin “ver” a los conciudadanos excluidos de toda celebración por su extrema pobreza. Es verdad que buena parte del poder económico y político de nuestro país se concentra en quienes no reconocen la igualdad ciudadana de todos ni la valía cultural de los aportes andinos, amazónicos y africanos y, por lo tanto, al no reconocer a esos otros, tampoco se reconocen a sí mismos como cholos. Pero también es cierto que eso está cambiando. Como cierto es que las fuerzas políticas que aceleran ese cambio están organizándose. Con estas certezas podemos decir que afirmarnos como cholos y construir así una nueva peruanidad, inclusiva, es punto central de las agendas de cambio que la política tiene que proponerle al país. De esa manera podremos construir una nueva elite política para el Perú, que se distinga por proponerle un proyecto nacional que supere sus fracturas y lo haga una verdadera comunidad de ciudadanos y ciudadanas, profundamente orgullosas de su peruanidad chola. La oportunidad histórica está frente a nosotros. Sólo nos queda dejarla pasar o aprovecharla...

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